EL
PUERTO DEL LEÓN
Un
alba perezosa madura su color
en
las costas del golfo de Egina
mientras
despereza a la luz del mundo.
La
humedad de la noche
construye
su morada
en
la madera de los barcos,
va
dejando en las jarcias
señales
de sal y de esfuerzo.
Las
naves de la flota pasan por la bocana
con
las velas henchidas
buscando
los amarres del puerto del Pireo.
Sobre
un promontorio de rocas
se
eleva la figura de un león milenario
que
observa a los hombres con su mirada pétrea.
La
luz se difumina
en
el puerto al que Temistocles
confirió
su grandeza
para
que fuese cuna de héroes
sobre
las aguas del Egeo.
El
alba se diluye entre las manos
de
quienes convencieron a las olas
para
que los dejasen ser sus dueños.
Hay
una calma silente
en
la materia del amanecer
que
refleja en los elementos
su
pacto de quietud.
Y
sin embargo, más allá del cielo,
los
dioses del Olimpo
conspiran
sin descanso
con
el destino de los hombres.
(Otra realidad)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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