miércoles, 17 de abril de 2019

AL BORDE DEL AGUA


AL BORDE DEL AGUA


Se pregunta qué hay más allá del cielo
y al otro lado del océano,
dónde acaban los límites del mundo
que lo tiene atrapado
en la oscuridad del Medievo.

Conversa con las olas
y describe sus pensamientos
con palabras de espuma,
igual que una pluma de viento.
El aire reconforta la plegaria
que eleva al cosmos como una saeta
de esperanza futura,
y halla la fortaleza para ser diferente:
un hombre visionario.

Intuye que la Tierra
no es el centro del universo
y siente escalofríos
por atreverse a ser un disidente
que se postula con arrojo
en contra de la norma
de los poderes de la Iglesia.

Sus miedos se diluyen
en el infinito murmullo
de un sollozo de mar.
Rememora la música del agua,
esa obertura virginal
que los sueños de noches mágicas
inicia en el crepúsculo
y termina con el alba
para comparecer ante los ojos
como realidad azul.

Se protege del frío con las rocas
que amparan sus deseos
y busca conchas de moluscos
para trazar un círculo
que simule las formas de la Tierra
en un surco de arena.

Ha decidido ir al otro lado del mar,
descubrir lo que exista más allá
de su propio conocimiento,
buscar un nuevo mundo
que rompa las fronteras de los hombres,
aunque se juegue la vida por ello.

Solo hace falta que alguien se lo crea
y le proporcione las naves
para cruzar el mar y sus abismos.
  


 (Otra realidad)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)


LA SEÑORA DEL BOSQUE


LA SEÑORA DEL BOSQUE


Cuida las tradiciones de los celtas,
la cultura del pueblo
que guarda las estrellas
entre tierra, memoria y megalitos,
como una Diosa Madre
de las esencias de la vida,
y lleva dentro de ella
el ancestral espíritu del bosque.

El druida la enseñó a comunicarse
con la madre naturaleza,
a encontrar en su mente
puntos de conexión con lo insondable,
a obtener de su entorno
remedios para males y energía vital,
a auxiliar a quien se lo pida
y a usar sus dones con prudencia.

Guarda con mucho celo
la creatividad de su alma femenina,
los secretos de plantas y animales,
los misterios del fuego,
el germen de la tierra,
la voluntad del aire
y el vientre del agua.

Convive en armonía con esos elementos
siendo parte de los misterios
que definen sus formas y sus actos,
igual que si fuese uno más de ellos,
como raíz de mandrágora
que crece hacia la luz del universo,
como sierpe de enebro que se eleva
más allá de los rizos de su tronco,
o como un ave solitaria
que encuentra en las setas
sus propiedades para el vuelo.

Vive alejada de los hombres
que buscan su derrota
y la aniquilación de su saber.
Sus enemigos
no son los que se asombran
con lo que no comprenden
y respetan su magia
como luz bondadosa,
sino aquellos mezquinos que no entienden
de dónde viene su poder,
los que buscan recursos
para apropiarse del origen
de todas las materias.

Ella sabe que sin su género
no hay vida,
y su lucha trasciende
a las imposturas del tiempo.
  

(Otra realidad)
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Mariano Valverde Ruiz (c)

lunes, 15 de abril de 2019

UNA NOCHE EN LA MONTAÑA. POESÍA. MARIANO VALVERDE RUIZ.

UNA HISTORIA FEUDAL

UNA HISTORIA FEUDAL


Lo quería con toda la esencia de su ser,
como al agua del río y de la lluvia,
como al aire que respiraba,
como al pan y la sal
que alimentaba su felicidad.

Él era un hombre bueno
que la amaba sin egoísmos,
que respetaba sus deseos,
que la dejaba ser quien era,
como a una flor silvestre
que crece hacia la luz,
y nunca comprendió por qué lo perseguían
las palabras del prior
y los asesinos del conde.

Ahora se quedaba su cuerpo, para siempre,
debajo de la tierra,
para dar nombre a la soledad
y al resto de sus días.
Su imagen se perdía en las entrañas
de las almas del bosque
recubierta con las hojas de un cedro.

Volvió la vista hacia donde había dejado
dos flores troceadas
por la fuerza de su amargura,
con la tristeza dentro del color de sus pétalos,
con la impotencia de los pobres
y el destino de los vasallos
humillados ante la muerte.

La venganza y el dolor por lo ya inevitable
marcaban sus sentidos
con una herida no deseada.
Su belleza era tan culpable
como la atroz codicia de los hombres
que le habían robado el manantial de sus abrazos.

El resto de su vida
se diluyó en el horizonte
como una niebla opaca
que cubría el color, la luz y la verdad,
igual que la esperanza
de conseguir justicia para un crimen impune.

La sombra del futuro,
vestida con la brisa
que portaba el viento crepuscular,
se adueñó de su alma
para darle la fuerza de la lucha.
Las formas del pasado
ya eran la oscuridad de su memoria.
El color del otoño reflejaba en su cara
la tristeza del bosque.
Y juró que jamás la poseerían
las miradas lascivas del conde y del prior.


(Otra realidad)
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Mariano Valverde Ruiz (c)


sábado, 6 de abril de 2019

UNIVERSO DE MANDARINA. POESÍA. MARIANO VALVERDE RUIZ.VÍDEOPOEMA.

UNA HORA MANRIQUEÑA


UNA HORA MANRIQUEÑA
 

Él perpetuó el recuerdo de su padre
con la memoria escrita del poeta Manrique
hecha luz en las sombras
de la verdad profunda que tememos.

Su amigo ya no estaba cerca de él
para obrar el milagro
de estar presente en otros tras la muerte,
ni para hallar las huellas
que regala el efímero elixir del silencio
junto al placer de estar entre los vivos.
Era una víctima
de la fugacidad
con la que vive el tiempo.

Se sentía impotente,
como un huérfano del mundo,
de la verdad y del misterio
que atenazan a los mortales
hasta que la ceniza nos libera
de todas las cadenas conocidas.

Aquella hora oxidada,
con la herrumbre del tiempo
latiendo en cada instante,
no acababa jamás.
Se iniciaba constantemente
con el mismo mensaje:
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte,
tan callando.
Su eco se repetía como un mantra
en los pliegues oscuros de su mente.

Una cruz de madera y dos rosas de olvido,
llenaron el vacío de la tumba
con la resignación
de una huida no deseada
hacia los recovecos de la noche.

Las rocas se cubrieron de hojas secas,
de lamentos y de plegarias
que se llevó el futuro con una brisa gélida.
Ya no había presente
y el pasado quedaba entre la oscuridad
sin poseer memoria de lo ya vivido.

Se hizo el silencio en su alma.
Fue la primera hora
del resto de su muerte.



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Mariano Valverde Ruiz (c)