sábado, 29 de junio de 2019

TERRITORIO




TERRITORIO


En este territorio donde flotan
la música de Bach,
las sábanas de seda
y la sangre harinosa del jazmín,
aún hay espacio y aliento
para dos cuerpos húmedos,
jadeantes de dicha,
entrelazados por jugo de manzana.
Ambos son un bonsái
de flores de rocío,
pintado por las manos del amor
desde el otro destino de la vida.
Sin embargo,
les ahoga un temblor desmesurado,
la presencia futura
de la palabra negra,
certera e imprevisible,
esa inquietud que callan
los que se han entregado,
en un zulo de gloria,
a la prisa del fuego pasional,
y quieren que la muerte,
esa maldita ave funesta,
programe para otras latitudes
su ciclo migratorio.
 


(SECRETOS DE AMANTES)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)


LA MAGIA DEL ARTE


LA MAGIA DEL ARTE


Las calles de Montmartre
parecían pinceladas de Van Gogh
sobre lienzos de luz,
laberintos cubistas
que hubiesen diseñado sobre arcilla
las manos de Picasso,
los espacios de libertad
que habitaban figurantes anónimos
con el alma rebelde
de los creadores.
Se intuía la lucha de los genios
por dominar la vida
y buscar las fronteras de los sueños.
Presentíamos su magia.
El carisma del arte y la aventura
nos envolvió de fuerza y de valor
para que pudiésemos enfrentarnos
a la realidad que nos miraba,
hostil y taciturna,
desde cualquier rincón del futuro inmediato.
Acurrucamos ese hechizo
debajo de las pieles
como un tesoro inexplicable.




(SECRETOS DE AMANTES)
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Mariano Valverde Ruiz (c)

UN PUNTO EN EL ESPACIO




UN PUNTO EN EL ESPACIO


La torre Eiffel se alzaba hacia los cielos
marcando los orígenes del mundo.

Desde las escaleras, elevamos los ojos
como saetas de ilusión
buscando un punto en el espacio
que nos diese noticia
de la profundidad del infinito
a la que deseábamos llegar.

El cielo de París se había convertido
en cuento previsible para amantes,
como hubiese expresado Víctor Hugo
mucho antes que nosotros.
Era un lecho de sueños y luz impresionista
dispuesto a regalarnos el camino de las estrellas.

Unimos nuestras manos con un lazo de fuerza
para sujetar la estructura que nacía en la tierra
como hierro de esperanza
y buscaba los sarmientos de las nubes.

En ese gesto estaba el impulso inconsciente
que daba a nuestros corazones
toda la dimensión del cosmos infinito,
su lugar en el mundo
y el final de la soledad.
  

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Mariano Valverde Ruiz (c)


DESLUMBRADOS POR LA BOHEMIA




DESLUMBRADOS POR LA BOHEMIA


Siempre queda París, decíamos
antes de que nos diéramos de frente
con la otra cara de la luz.

La ciudad de las letras,
del Rey Sol,
de la ilustración,
de los románticos sin prisas,
el cielo triste de la generación beat,
el destino de la bohemia,
los vetustos puentes sobre el Sena,
el corazón multiétnico de Francia,
todo el París soñado
nos abandonó a nuestra suerte
muy lejos del hotel,
de la templanza
y de los brillos de la Luna.

Con las divisas justas
y el idioma mermado
por una negligencia
en la pronunciación
que nos hizo perder el autobús,
buscamos el camino de retorno
a nuestros aposentos.

Una estación de metro
con puertas inquietantes,
engulló nuestra suerte
con una boca ansiosa
llena de esfuerzos y renuncias.

París nos devoraba sin darnos tiempo a ser
nada más que dos jóvenes amantes
deslumbrados por la bohemia,
dos almas que afrontaban su destino
sin monedas de cambio
para poder cruzar otro sendero
que no fuese el de sus futuras vidas.


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Mariano Valverde Ruiz (c)


sábado, 22 de junio de 2019

LA LUZ DE SALOBREÑA






LA LUZ DE SALOBREÑA


Nos envuelve la luz efervescente
de la costa de Salobreña,
una luz cristalina
que se difunde con el aire
como una aureola dorada.

Somos arena de su playa,
dos formas que se mueven
entre el aire andaluz
que trae recuerdos del Mulhacén
como tierra dorada
por un sol claro y nítido,
y la belleza del paisaje.

Me llamas y descubro
que la yema de tu dedo índice
se ha quedado imantada
a tu labio inferior
como las piedras del terreno
al néctar diamantino
de las cañas de azúcar.

Con la impaciencia dentro de la mente
y el deseo silbando por mi cuerpo,
intento mantener la calma
como un lobo acechante,
o un morisco sin tierra
que medita la forma de volver
al lugar donde tuvo sus mejores cosechas.

Me provocas la cálida sorpresa
de los momentos más desmesurados,
esos instantes de tensión
previos a la plenitud.

Tu mirada se vuelve invocación a la lujuria,
una llamada irresistible
a las puertas del paraíso.

Tu boca entreabierta,
esgrime su voraz mordisco sobre el dedo,
que ahora se curva en los labios
como dulce condena para mi alma.
Es un claro presagio del furor
que recorre tus venas.

No esperarás a que la Luna
module tus instintos
para hacer con mi carne
olas de espuma blanca.
 

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UNA NOCHE CRISTALINA




UNA NOCHE CRISTALINA


Metidos en el coche como dos forajidos
que esperan apostados
a la diligencia del alba,
me recordaste
la noche sideral de aquel verano
en que por vez primera
notaste mi materia.

Se derramó la luna
al borde de la playa
y su color bañó de sepia
el interior de tu misterio.
Y nadamos unidos al blanco fuselaje
de las olas del mar Mediterráneo,
fuimos nube y relámpago
que hilaban su energía,
dos llamas en la arena
que eran hoguera germinal
de la pasión,
dos cuerpos en el centro de la noche
que se escoraban con dulzura
hacia el margen profundo de los labios.

Era la vida en estado puro
la que me contemplaba
cuando me rodeaban, sin que fuese consciente,
las alambradas rojas de tus labios.


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viernes, 14 de junio de 2019

EL JARDÍN DE LOS LABIOS




EL JARDÍN DE LOS LABIOS


Los muros de La Alhambra
son testigos de la longevidad
que otorgas a tus besos.
Terminan donde nacen,
van y vienen, son uno que no acaba.

Das color y motivos a mi boca
para que decore con arabescos
las comisuras de tus labios,
para que invente
las excusas más simples
que explican mi torpeza
por no estar a la altura del poema
que escribes en el aire,
y no conocer versos en lengua árabe
que acompañen a tu belleza.

Intento componer,
como si fuese un poeta nazarí,
un verso enamorado
del jardín de tu boca,
con todos los azules de tus labios,
con el tacto silvestre de las flores,
con la humedad brillante del rocío,
para dotar a mis palabras
del enigma sensual de su cultura.

Doy alas a mi cuerpo
y me propongo ser melaza y almizcle
entre las celosías del deseo,
una imagen diluida en el jazmín
que porta el aire hasta tu piel,
la luz de la alcazaba
reverberando sentimientos
junto al Generalife,
o el agua de la vida
que corre por las fuentes del palacio.

Viajo por el espacio hasta los pétalos
de las primeras rosas
de estos jardines primorosos.
Imagino una escena junto al muro
en la que te confundes con las flores
y me convierto en tu jardinero.

Quiero ser el sultán de tu belleza.

Las murallas comparten en silencio
el tiempo en que somos poema
y caminamos juntos
por el jardín ardiente de los labios.


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EL CONTENIDO DE LAS PALABRAS






EL CONTENIDO DE LAS PALABRAS


Cuesta mucho asociar a algunas frases
toda la intensidad de sus conceptos.
Es fácil pronunciarlas
sin otorgarles todo el contenido
que tienen sus palabras.

Pronunciar «te amo» cuesta tanto
como decir una palabra
de un idioma que aún no se comprende,
y hacerlo sin saber
que se está en un recodo
del laberinto de la vida.

No es lo mismo que decir «te amo»
mientras la luz devora nuestros besos
y otorga plenitud a las miradas.
No es lo mismo que decir «te amo»
y sentir escalofríos
porque la urraca de la muerte
vuela tras el telón
que recubre el momento
en que se comprende que algún día
se ha de perder lo que más quieres.

Es muy difícil
pronunciar «te amo» y ser consciente
de que ese instante marca un antes
y un después en la vida,
pensar que es un momento irrepetible,
de vital importancia.

Antes de pronunciar esas palabras
hay que sentirlas
como una rotunda certeza,
y decirlas serenamente,
como en un entreacto del teatro del tiempo
en el que amas con todo su sentido
y maldices a la muerte
porque dejará a tus palabras
totalmente vacías de concepto
el día que menos lo esperes.


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sábado, 1 de junio de 2019

CAMINO DE TABARCA




CAMINO DE TABARCA


El puerto de Alicante
había quedado a lo lejos
en la senda hacia la isla de Tabarca.

La silueta del barco y nuestras ilusiones,
navegaban un mar desgajado del cielo
en el que los azules jugaban con las olas
y eran pura metáfora de la vida.

Miramos el paisaje compartiendo su luz,
con los ojos perdidos en el claro horizonte
que habríamos de ver en los próximos días
para seguir sintiendo las alas en los ojos.

No pensamos en la certeza
de su efímero brillo,
ni en la fugacidad del tiempo
ni en que todo termina.

Disfrutábamos el instante
a pesar de que el sol mediterráneo
continuara su tarea milenaria
sobre la superficie de las aguas,
evaporando los azules
y las esencias de los besos.

Más tarde,
el viento de la vida nos pondría a prueba,
como a dos navegantes de fortuna
que retan al destino.
Pero, en aquel momento,
no existía otra luz que nos cegara,
ni remota presencia de la sombra
que se lleva las ilusiones
al terreno de la realidad.

Todo era bello, iridiscente,
y la felicidad
se definía en los reflejos
que rozaban tus labios
con tonos de luz azulada,
aquel temblor ingrávido
que hacía del deseo un caníbal mutante.



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Mariano Valverde Ruiz (c)

COMO SERES ETÉREOS




COMO SERES ETÉREOS


Permanecimos quietos, sorprendidos,
agazapados dentro del espasmo
que nos había roto para siempre
las fibras del silencio.

No existía el paisaje
al otro lado de los cuerpos,
ni las formas rectilíneas
de aquel piso alquilado,
de aquella limpia alcoba
que era todo el mundo visible.

Éramos todo y nada,
la plenitud del cielo,
la alegría de ser completamente,
dos cuerpos entre sábanas
que respiraban
todo el aire del universo.

Y así estuvimos
durante unos minutos,
como seres etéreos,
almas en duermevela
que apenas comprendían
lo que habían sentido.

Habíamos descubierto
cómo era el tacto de la piel
que completaba nuestros cuerpos,
la textura de un nexo compatible
que nos hacía sentir únicos.

Nos habíamos encontrado
junto a las llaves
que abrían las puertas
de la felicidad.

A partir de ese instante,
deberíamos cruzar el umbral
que nos separaba del mundo,
volver a la realidad
para hacer comprensibles
los misterios arcanos del amor.

Era una obligación irrenunciable
para dos cuerpos complacidos
por la etérea dicha del hallazgo
que, en aquel momento,
no querían abandonar su estado
de plenitud y de sorpresa.


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