jueves, 25 de noviembre de 2021

COMO UN POETA DEL VEINTISIETE

 

COMO UN POETA DEL VEINTISIETE

 

 

Ahora tiene su posada

en una tierra blanca y verde

donde reina el misterio

y las penas se consumen

al ritmo de las bulerías.

 

Habita los poemas y los libros

para no derrochar su tiempo

solamente en el vicio de existir,

esa necesidad tan apremiante

que imponen con rigor

los flujos materiales de la vida.

 

Refugia su tiempo en los versos

para huir de la congoja

que supone medrar por la existencia

sin un destino para su cordura

ni un hogar para su conciencia.

 

Desliza las palabras y su mente

por la ausencia, el dolor,

la alegría casual,

o la crítica constructiva  

de lo que no le gusta.

 

Es cómplice de ideas

que reivindiquen la libertad

y desea que cubran sus palabras

con un velo de bálsamo,

tierno y reparador.

 

Transforma en parte suya

el reino del poema

que llega hasta sus ojos,

y sus semillas crecen sin fronteras,

se alimentan del agua de la luna,

del dogma de la luz

o de la metafísica del tiempo,

mientras desaparece el tedio

por las laderas grises de la vida.

 

El corazón florece

con el germen de la palabra

y su sutil fragancia

va llenando los campos intimistas

de frutos delicados,

y del alba que alumbra

la noche de los tiempos.

 

Va describiendo los susurros

que le dicta la soledad,

los sentimientos que acolchan las horas,

las heridas que no se curan,

la dureza del viaje.

 

A menudo puede desplazarse

hasta un mundo intangible

a pesar de que existen detractores

de la verdad oculta en las metáforas.

 

Pero siempre se acuerda

de aquellos que describen al destino

con las coordenadas ya previstas

en el mapa siniestro del olvido.

 

A pesar de todo,

tiene sus alas preparadas

por si el aire recuerda su materia

y se lleva su voz del mundo.


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UN BOOMERANG AL VIENTO

UN BOOMERANG AL VIENTO

 

 

Lanza el boomerang al aire

igual que si de un sueño se tratara.

 

Imagina que escribe lo que siente

y que lo que plasma en sus letras,

también viaja en el vuelo

del objeto que ha lanzado.

 

Sabe que hoy ya no es quien fue ayer

y desconoce quién será mañana.

 

Ni siquiera presiente lo que querrá decir

cuando llegue la tarde

y mucho menos aún

lo que incite a su mente

cuando la noche se adueñe del cielo.

 

Mira hacia su pasado

y alguien cuya mirada le es ajena

camina tras las huellas de su sombra

portando candelabros para su funeral.

 

Las llamas perezosas de su tiempo

se balancean sobre la cumbre de los cirios

como pérgolas de agonía.

Forman la imagen tétrica

que representa el fuego pertinaz

de toda su existencia

y el humo denso

que todo lo reclama

para convertirlo en olvido.

 

Le espera la hora de los condenados

a causa de sus versos.

 

Y aunque la muerte siga tras sus pasos

cada vez más cerca de su sombra,

imagina que siente lo que escribe

como si de su vida se tratara.

 

El eco del silencio camina tras su voz

como un centinela de la conciencia.

 

De sus huellas se nutre la materia

del boomerang que lanzan los poemas

de todos los que han sido silenciados.


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miércoles, 24 de noviembre de 2021

EL ARQUITECTO DE MACONDO

EL ARQUITECTO DE MACONDO

 

 

Pone en funcionamiento

los motores de la imaginación,

modela los ladrillos

con los que alzará su morada

y observa el terreno,

aún intacto,

donde ha de erigirse su vivienda

y la de sus sueños.

 

Construye las paredes

y las recubre de utopía,

de realismo mágico

y de compromiso con su tiempo,

como si hubiese estado esperando

durante cien años de soledad

para poder hacer lo que desea.

 

Escucha el canto de un jilguero

desde el balcón de la buhardilla.

Lo conoce. Posee su linaje.

Y parece decirle

que los pobres como él

no tienen derecho a una casa

donde intentar ser creativos.

 

No quiere escuchar al jilguero

y recuerda que otros

lo han tenido más difícil

pero al final han conseguido

levantar su morada

en el paisaje de sus sueños.

 

Confía en que se cumpla

el milagro de la materia

y crezcan los metales necesarios

en su bolsa de caudales

para poder pagar lo que merece.

 

Se arma de valor

y mira en su cartera

para ver lo que hay dentro.

Tiembla de frío

ante la desnudez de su esperanza.

 

La imagen puede ser muy engañosa,

asemejarse, en lo más realista,

a la de un castillo en el aire

si no confluyen todos los misterios

con la perseverancia,

y le ayudan los astros.

 

Todo lo que desea está en el aire

porque, a su vez, depende

de un hilo imperceptible,

de que cambie su suerte,

su esfuerzo tenga recompensa

y el azar sea un instrumento

para realizar el sueño

de poder construir su vivienda.

 

Lo intentará con toda su energía

y con la dignidad

que todos los años de sacrificio

han certificado en el alma

de quien hace de la conciencia

la arquitectura de Macondo.


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lunes, 22 de noviembre de 2021

EL RELOJERO DE ÍTACA

EL RELOJERO DE ÍTACA

 

 

Ejercita sus dedos

antes de iniciar la tarea

como cada mañana.

 

Es el viejo encargado

de mantener a punto

los mecanismos del reloj

que ocupa la Torre de Ítaca.

 

Y como un pianista del aire

que realiza su trabajo

con la rutina de un maestro,

le vuelven a la mente

los mismos pensamientos.

 

Retrocedería hasta los orígenes

de los sueños humanos

si pudiese alterar

el segundero del reloj

y viajar por el cosmos

hasta el inicio de todas las cosas.

 

Y lo haría para poder cambiar

la dimensión del tiempo,

eliminar el espacio inservible

que no hemos destinado

a conferir sentido

al concepto más noble de amor

y añadir la belleza del cariño

a cada uno de los instantes

con los que se define al tiempo.

 

Consagraría cada hora

a la magia de los abrazos,

cada día a crear buenas acciones

destinadas a los demás,

convertiría el frío de la escarcha

que cubre a los humanos

cuando no aman,

en aureola de pureza.

¡Tantas cosas!

 

Pero solo en los sueños

se puede viajar en el tiempo

y evitar sus secuelas.

 

La mecánica del universo

sabe que somos seres entregados

a la absoluta tiranía

que el tiempo nos impone.

 

El relojero de Ítaca

también lo sabe, aunque necesite

constatar la dimensión

de la soledad absoluta

en un tiempo que jamás se detiene,

para dar más valor a los instantes

en los que la ternura

es dueña de las horas.


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UNA CARTA DESDE ORIHUELA

UNA CARTA DESDE ORIHUELA

 

 

Se ha despertado

en la habitación de su casa

como un noctámbulo

que regresase de una larga noche

en la que ha leído todos los poemas

de un campesino

a quien la luz le dio la vida

y la sombra le quitó la muerte.

 

Ha escuchado con inquietud  

el sonido del timbre

que por dos veces

ha llamado a su puerta.

 

Antes de levantarse,

intenta conciliar los sentimientos

que han aflorado en su conciencia

al comprender la magnitud

de la injusticia cometida

contra la bondad de un pastor de cabras.

 

Imagina que, mientras ha dormido,

alguien ha cambiado este mundo

y lo ha liberado de las guerras,

alguien que ha dejado una carta

con un mensaje de concordia

dentro del buzón de su puerta.

 

Piensa que va a encontrar

una carta sin remitente,

una carta que habla

de un ciego que encuentra la luz,

que le explica, serenamente,

lo que jamás supo de las ausencias,

de la ternura y del amor,

una carta que le describe

los valores humanos

como esencias del ser.

 

Quiere pensar

que mientras ha dormido

alguien le ha hablado

como si todo lo suyo

fuese lo de los otros

y lo de los otros, lo suyo,

como si hubiese abierto el corazón

y hubiese escrito un poema

con la voz de su propia sangre.

 

Se incorpora del lecho

y va hacia la puerta

con una esperanza en los ojos

que olvida la complejidad

de las sociedades humanas.

 

La luz del nuevo día

le devolverá la realidad

de un mundo que espera su cambio

como un cartero a media noche.


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jueves, 18 de noviembre de 2021

DESDE VALPARAÍSO CON AMOR

DESDE VALPARAÍSO CON AMOR

 

 

Su amor es como el viento,

igual de impredecible.

 

Nunca sabe el instante

en que llega a su corazón

ofrece su nutriente al alma

y a las fibras de los misterios

que transforman sus manos

en centinelas de la magia.

 

Tampoco conoce el momento

en que diluye la distancia

que existe entre la plenitud

y las cavernas del olvido,

para poner su nombre a la tristeza.

 

Desde el mirador de La Sebastiana,

se le ve caminar cerca del puerto

por si el viento decide retornar

hasta el lugar que habita

y otorgar a las olas

una consistencia de espuma

que estimule a su cuerpo y a su alegría.

 

Pasa las horas de la tarde

jugando con la arena y sus recuerdos

en un anfiteatro de colores

que incendia la bahía de Valparaíso.

 

Imagina que el mar crepitase en silencio

sobre su piel de agua, igual que su deseo

en lo más escondido de sus carnes.

 

Sigue pensando solo en ella,

como un marinero de nubes

que espera el aire de la tarde

para volver al puerto

donde se siente protegido.

 

El cielo se recubre de metales pesados

y comienza a caer una lluvia de plomo

sobre toda la costa y bajo sus lamentos.

 

La escollera de la bocana

del puerto de Valparaíso

se disuelve en el aire

cautiva de las sombras,

confluye con la tarde y con su mente.

 

Y, mientras, sigue ardiendo

el mar que la espera.

 

La luz es un agua tristísima

que se desliza por el aire

con todos los recuerdos

de los años vividos.

 

La inquietud por tenerla,

se mueve entre sus brazos

construyendo belleza 

en un abrazo imaginario.

 

Cuando cese la lluvia,

volverá cerca de los barcos,

y mirará hacia La Sebastiana

entre olas de nostalgia

y la humedad del recuerdo.

 

Seguirá esperando a que el aire

deposite su luz en la que fue su casa.


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martes, 16 de noviembre de 2021

ISLA NEGRA

ISLA NEGRA

 

 

Un ave vuela sobre los tejados

del puerto de Isla Negra.

 

Lleva todo el mar en su pico

y toda la tierra en sus alas.

 

Canta como los versos del océano

en las rocas de los acantilados

y pronuncia al oído de los hombres

las palabras del aire.

 

Hace tiempo que no escribe

una carta a los pájaros

que alzan sus alas

más allá de Isla Negra.

 

Ya no les cuenta sus desvelos

por los seres humanos,

sus batallas perdidas

en los lechos ardientes del amor,

el lento discurrir

de un instante de bruma

que cubre el horizonte

de tristeza y melancolía,

o el sonido de las campanas

con que llama al silencio

cuando necesita sentirse

a solas con su soledad.

 

Las cosas han cambiado tanto

que ya no hay tiempo

para la intimidad de las palabras,

para sentirse al borde del misterio

y mirar a los astros,

para entrever en las heridas

diamantes de tristeza,

para encontrar los tonos

de los latidos en cada palabra

que acaricie por dentro

la verdad más auténtica,

o para recordar a los humildes

su compromiso con la Tierra.

 

Sabe que ya no es más que lo que fue

cuando era un ave de una sola pluma.

 

Sabe que ya le quedan pocas fuerzas

pero aún quiere dejar en las conciencias

la reivindicación de sus poemas

como excusa dinámica

para dar vuelo a las ideas

que mejoren al mundo.

 

Por eso, aún sigue volando

desde Isla Negra

con todo el mar en las palabras

y toda la Tierra en su voz.


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