sábado, 30 de enero de 2021

EL NOMBRE DE LAS COSAS

 

EL NOMBRE DE LAS COSAS

 

 

Primero fueron las cosas

y después les pusimos nombres.

 

Al cielo como símbolo

del universo y del destino.

Al Sol como estrella que brilla

en lo más alto del sistema.

A la Luna como ese centinela

que protege con su misterio

el nombre de los sueños.

 

Y continuamos dando nombre

a la Tierra donde vivimos,

a las nubes de plata,

al fuego creador de luces emergentes,

al viento que nos lleva,

al océano inmenso,

a la lluvia que calma

la sed de los humanos…

A todo lo que tiene forma, materia y uso.

 

Todo aquello que nunca comprendimos,

adquirió la textura

de los poderes de los dioses

para consolar nuestro desconcierto.

 

Las palabras formaron nuevos significados

para las cosas invisibles

y los conceptos intocables.

 

Pero nunca fue suficiente

con el vocabulario de todos los idiomas

para explicar nuestros orígenes,

ni con los nombres

que fuimos inventando

para poder contar

todas las cosas que sentimos.

 

Nuestra verdad pretérita,

nuestros sueños futuros

y nuestras inquietudes,

no poseen semántica

aún conocida.


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martes, 26 de enero de 2021

DOS FUERZAS ANTAGÓNICAS

DOS FUERZAS ANTAGÓNICAS

 

 

Aseguran que el hombre

fue hecho a imagen y semejanza

de un Dios universal

dueño de todo lo creado.

 

También opinan

que fuimos castigados

por contradecir sus preceptos

y caer en la tentación

de tomar lo prohibido

de entre las manos del deseo,

y que, por esa rebeldía,

se nos expulsó del Paraíso.

 

Otros nos documentan

el proceso vital

de la evolución de una especie

que aún tiene eslabones perdidos

entre las sombras

de la noche perpetua de los tiempos.

 

Fuese de un modo u otro

el comienzo de nuestra singladura,

lo cierto es que vivimos

con la incógnita del origen

rasgándonos por dentro

como una alambrada de dudas.

 

Buscamos lo que somos cada día

conscientes de los límites

de nuestra imperfección

y cada vez más convencidos

de estar muy indefensos

ante la luz de la verdad

que aún no hemos descubierto.

 

En nosotros habitan

dos fuerzas antagónicas:

la bondad de la luz

que tiende la mano al dolor

y todos los prejuicios de la sombra

que nutre las miserias

de la condición humana.

 

Esas dos fuerzas

están en lucha permanente

para dominar nuestros actos

y definir el rumbo de la especie.

 

Queremos evadirnos

del destino fatal que nos espera

y, mientras tanto,

nos alejamos de la luz

de la naturaleza,

de la bondad del universo

y de nosotros mismos.


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lunes, 25 de enero de 2021

LOS COLONIZADORES DE LA TIERRA

LOS COLONIZADORES DE LA TIERRA

 

 

Algunos reptiles anfibios

comenzaron a morar por la tierra

como exploradores del suelo

que ambicionan tener nuevos dominios

para seguir dejando en el planeta

la evolución de las especies

que anhelaban los dioses.

 

Iniciaron su travesía

en las tinieblas,

y fueron adentrándose

por los bosques cercanos

a las costas del mar,

haciendo suyas las sombras

de selvas virginales,

arrastrando sus cuerpos

por sendas solitarias

que iban abriendo

con los gestos de la torpeza

y del asombro.

 

En el espejo de los lagos,

contemplaron el pelo

que abrigaba a sus descendientes

en las noches de frío

y en los días grisáceos.

 

Más tarde, sintieron el miedo

y las terribles garras

con que la muerte

espiaba a los mamíferos

entre los matorrales.

 

Subieron a los árboles

huyendo del peligro

que inflamaba sus miedos

con los gritos agónicos

de todos los primates.

El rostro de las noches

al raso de la Luna

les mostró su desolación.

 

Bajaron de los árboles

para buscar cavernas

donde ocultar las sombras de sus cuerpos,

y su vulnerabilidad.

 

Empezaron a inventar dioses benévolos

y espíritus malignos,

a presentir el alma en sus acciones,

a crear arte con sus manos

y a honrar a sus muertos

con la memoria.

Y volvieron a probar suerte en los bosques,

en los prados, en las llanuras,

en las montañas…

 

El misterio de la espesura

les acechaba siempre

con el fuego de la derrota

y la sangre del triunfo.

 

Y la necesidad

de crecer para defenderse

de los depredadores,

les obligó a aprender

a matar sin reparos,

y a interiorizar en sus genes

otra clase de oscuridad:

la que llevan sintiendo los humanos

desde el origen de sus miedos.


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domingo, 24 de enero de 2021

EL ARCA MARINA

 

EL ARCA MARINA

 

 

La luz del cosmos

penetró en la sopa del mar

como un haz de energía

con la bondad del cielo.

 

Fue un nexo volador

que unió los materiales

de la química cuántica

con el alma de los sentidos.

 

La luz se propagó

por las llanuras abisales

como un rayo de esperanza

que alguien lanzó desde la altura.

 

En el agua se unieron los secretos

de todas las partículas

que flotaban sin vida

entre su caldo de misterio.

 

Y los mares se convirtieron

en un arca de células

con esquemas vitales,

en la nueva extensión de la supervivencia

con que otras estructuras

del lejano universo

llegaban a la Tierra.

 

Entre los arrecifes

y junto a las arenas,

los restos invisibles de un naufragio,

comenzaron a ser formas concretas

de seres vertebrados.

 

Los ojos de la oscuridad

alcanzaron la superficie

de todos los océanos,

comenzaron a ver

que, en la tierra emergida,

podrían subir hasta las montañas,

hasta unas altas cumbres

desde donde poder mirar a las estrellas

y sentirse más cerca de su origen.


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LAS SEMILLAS

LAS SEMILLAS

 

 

Cuando cayó a la Tierra

la semilla galáctica

que portaba nuestra aventura,

lo hizo sobre salitres,

rocas y tierra fértil,

también dentro del agua

que da sentido a la alegría,

o a las lágrimas

que derrama el dolor de los humanos.

 

Esas semillas germinaron

en los espacios más proclives

al hecho de la vida,

y crecieron más tarde

hacia los recovecos

de la diversidad.

 

Se expandieron por el planeta

igual que el universo

por el vacío,

como una materia que viaja

por el cosmos lejano

y encuentra su acomodo

entre la corteza del árbol

del que derivan las especies.

 

Pero aquellas semillas

también traían

en sus mapas genéticos

germen de discordia

entre los hombres,

dolor y muerte,

quijadas asesinas,

angustia y desconsuelo

por el futuro de la humanidad.

 

Llevaban el reloj que cuenta el tiempo

asido a las cinturas de los vivos

para marcar el ritmo de sus días

y la hora de sus muertes.

 

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LA SIEMBRA

 

LA SIEMBRA

 

 

Esclavos de un planeta muy lejano

limpiaron a conciencia

la herrumbre de la Tierra,

contemplaron el alba

para adquirir su fuerza

y lucharon contra la soledad

que reinaba entre rocas desoladas

como una diosa rebelde.

 

Por mandato divino,

trazaron mapas geológicos

sobre el signo de las materias

que daban forma a los relieves

y abrieron sendas orogénicas

entre las montañas y las llanuras.

 

Después, en tiempo de ocio,

habitaron la tierra

y sembraron las plantas

para encontrar el modo

de burlar a las sombras destructivas.

 

La condensación de las sales

que nutren a los seres vivos,

fue tarea de esclavos exilados

de las fuentes del miedo

a la nada absoluta,

obreros de la creación

que anhelaban su tierra prometida

para sembrarla con sus genes.

 

El viento rizó los océanos

con sus lenguas de aire

y preparó las aguas

para que concibiesen en su seno

a las nuevas especies

que poblaron el mundo.

 

Y la luz del lucero del sistema

acunó entre las aguas

las formas de la vida

que se habían sembrado.

 

Florecieron en nuestra Tierra

el esplendor de la naturaleza

y el vigor de la biodiversidad

como legado de los dioses.


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domingo, 17 de enero de 2021

LA LLUVIA

 

LA LLUVIA

 

 

En algún lugar del espacio

cercano a nuestra Tierra,

hubo un tiempo de luces imprevistas

en el que los destellos

de la lejana Andrómeda

izaron antorchas celestes

sobre la noche gris de Machu Picchu.

 

Entonces se produjo

la condensación de la atmósfera

y el vapor de agua

se convirtió en las lágrimas del mundo.

 

Surcaron el espacio de la Tierra

enormes veleros de espuma

y cubrieron el planeta

desde la misma Antártida

hasta los continentes emergidos

de las simas de los océanos.

 

Al precipitarse sobre el suelo,

el agua de la lluvia

había dejado en el mar

su corteza de sal y sus hojas de muerte.

Llevaba en su materia

la pureza del cosmos

y el alimento de las plantas.

 

El agua dulce

decoró las montañas y los valles

con túnicas selváticas

de un verde semejante

a las luces de Andrómeda.

 

Ese llanto del cielo

era lo que el planeta precisaba

para que creciesen las raíces

de los árboles

y naciesen las fuentes de los ríos

que asemejamos a la vida.

 

Tuvimos el nivel de lluvia necesario

para que se activara la génesis vital

y la naturaleza fuese cuna

de la biodiversidad.

 

Las lágrimas del cielo

siguen cayendo

sobre nuestras tristezas

para que recordemos

que nada permanece y todo cambia.


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EL AGUA Y LA LUZ

 

EL AGUA Y LA LUZ

 

 

Tras el primer instante

del que gozó la eternidad,

ese microsegundo

que fue el origen

de todo el universo,

las ondas del Big Bang,

que aún siguen expandiéndose

en un lago infinito,

firmaron una tregua con las sombras

en nuestra Vía Láctea.

 

Fue un momento crepuscular

en el que todas las materias

armonizaron su energía

para que la belleza

ofreciese la luz a los colores.

Cuando la luz estuvo equilibrada,

se hizo la calma

y el silencio reinó de nuevo

en la dinámica del espacio.

 

Ese silencio hizo que, en la Tierra,

el agua fuese cuna

de las moléculas

que empezaron a florecer

en la materia inerte

y a liberar oxígeno

para que la vida

abriese su camino sobre el mundo.

 

En los océanos, el agua

fue un flujo cristalino

antes de ser un gran diluvio

que anegó los paisajes

y convirtió a la atmósfera

en una manta protectora.

 

Desde las estrellas cercanas,

los páramos de fuego de los astros

hicieron que la noche

acunase los sueños del planeta

dejando su materia lumínica

bajo tubos de anhídrido

disueltos en la bruma.

 

Y desde el espacio profundo,

la luz silente de la noche

se acercó hasta el agua

para buscarse en los reflejos

del cristal incoloro de los mares.

 

Desde entonces, el agua de la vida

encontró un fiel aliado

en el silencio

para poder vencer

a las sombras del mundo

con la luz de las estrellas.


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