EL FANTASMA DEL PALACIO
DE GUEVARA
Jamás lo hubiese
intentado de saber lo que me esperaba. Me costó mucho esfuerzo conseguir un
permiso especial para pasar la noche dentro de los muros del Palacio de
Guevara, pero mi credencial de investigador de fenómenos paranormales, al
final, me allanó el camino. Lo que sucedió después fue espeluznante, tanto que
hoy es mi destino el que pongo en vuestras manos.
Me seducía la idea de
demostrar lo que se comentaba en algunos círculos de mis colegas. Se decía que,
por las noches, en la escalinata de sillería que conduce a la planta principal,
se oyen los cascos de un caballo, el de don Juan de Guevara, quien mandara
construir el palacio en 1689. El sonido del herraje en los escalones, los
latigazos de la fusta y el relincho del caballo, han sido escuchados por
algunos. Hay quien apunta que doña Isabel, su esposa, le obligaba a dejar su
cabalgadura y a no subir con ella hasta la sala de los Camachos. Pero casi
todos los que conocen estos comentarios, no dan credibilidad a lo que yo
trataba de demostrar.
Aquella funesta noche
de finales de Mayo de 2017, pertrechado con todo mi material técnico, un par de
bocadillos y un termo con café, me instalé a la altura del sexto escalón de la
escalera de sillería. Iba a ser una larga noche, pero aún no imaginaba cuál iba
a ser la dimensión real de la misma.
Mientras observaba mis
instrumentos, recordé que recientemente se había descubierto que en 1672, un
par de años antes de que los terremotos de 1674 destruyeran parte de la ciudad,
casi toda la estructura del edificio estaba en pie, y quedaba por completar el
patio de columnas y la escalera principal. Se sabe que don Juan encargó las
columnas de mármol en 1690 y que en 1691 contrató la realización de la escalera. Consecuentemente,
antes de 1689 ya se habían realizado obras y habían sucedido un gran terremoto
primero, y una epidemia de peste en 1676. Mi intuición me decía que podría
haber ocurrido algún hecho que provocase la posterior aparición de caballo y
jinete.
Las horas fueron
pasando sin que mis instrumentos registraran variación alguna. Tuve tiempo de
leer el folleto que se había entregado La Noche de los Museos, el pasado 19 de
Mayo, a los visitantes de la pequeña muestra de mobiliario restaurado. En el
folleto, entre otras cosas, se especificaban las características de este
singular edificio barroco, uno de los más importantes del sudeste español. Me
detuve en todo lo que hacía referencia al nombramiento de Caballero de la Orden
de Santiago a don Juan de Guevara. Para ello debía ser hidalgo, al menos, por
los cuatro primeros apellidos, cristiano viejo, mantener la defensa de la
Inmaculada Concepción, y la salvaguarda del honor y la fama, mediante la virtud
y el valor personal. Pude comprobar que el nombramiento había sido posterior a
las fechas en que ya había parte de la construcción realizada.
Imbuido en estos
pensamientos no percibí el momento inicial en que uno de mis instrumentos
comenzó a registrar sonidos y a grabarlos en mi ordenador. Cuando el sonido del
teclado me sacó de mis pensamientos, un tremendo escalofrío recorrió todo mi
cuerpo. En la pantalla fue apareciendo un texto como por arte de magia. Revisé
el ordenador y no había duda. No había sido yo el artífice del texto que leí a
continuación:
Mi
caballo pisará cada noche sobre la tumba que encierra a quien quiso mancillar
el honor de mi familia. Así será, desde el día que me ordenaron caballero, por
los siglos de los siglos.
A pesar del asombro, me
dejé llevar por mi natural curiosidad de investigador. Dispuse un escáner de
vacíos y comencé a pasarlo por la escalera. El escáner me señaló una zona al
inicio de las escaleras. Inmediatamente, tomé una piqueta, levanté la losa y
seguí cavando hasta dar con una tapa de madera que cedió fácilmente, dejando al
descubierto una oquedad. Ayudado por una linterna, observé el vano y descubrí
los huesos de un cadáver. Junto al cráneo había un cofre de un palmo de largo
por unos cuatro dedos de alto. Lo saqué y lo abrí. Dentro de él había un papel
enrollado. Leí parte de su contenido, el que estaba en castellano; el resto,
aparecía en hebreo y no pude saber lo que decía. Sin embargo, lo que había
comprendido me puso muy mal cuerpo.
Hoy ya conozco todos
los términos de aquella maldita carta. No puedo contar todo lo que decía, si lo
hiciera se cumplirían las amenazas que portaba. Pero sí necesito contar algo
muy importante. Tras colocar todo tal y como estaba, esperé a que se hiciese de
día para salir de allí con el rollo de papel escondido e ir a traducir las
palabras que aparecían en hebreo. Así pude ver que parte del texto significaba:
El
día en que otros ojos lean esto, mi espíritu se adueñará de su alma, jamás
dormirá hasta que mil lorquinos conozcan donde estoy. Si no me sacan de aquí y
me dan sepultura en lugar sagrado para los judíos, quien esto lea ocupará mi
sitio y dará a conocer el secreto de don Juan de Guevara.
Hago público mi
descubrimiento en la confianza de que las buenas gentes de Lorca no lo permitan,
de que pronto pueda dormir tranquilo, mientras el fantasma de don Juan sigue
cabalgando con su caballo sobre una tumba ya vacía, o de que, una vez roto el
maleficio, su fantasma se esfume para siempre y alcance el descanso eterno. Así
podré ocultar el secreto de don Juan de Guevara y salvar mi alma de las llamas.
En vuestras manos lo dejo.
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Mariano Valverde Ruiz ©
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