viernes, 16 de agosto de 2019
martes, 13 de agosto de 2019
LAS FORMAS DEL AGUA
LAS
FORMAS DEL AGUA
Entre
las cataratas del Niágara
se
filtra la luz arcoíris
de
un atardecer con tonos melancólicos
que
ilumina las formas caprichosas
que
adopta el agua en su caída.
Dos
amantes encuentran su destino
mientras
la fuerza de las aguas
se
convierte en espuma.
Es
una imagen hecha para el cine,
pero
podría ser nuestro paisaje:
la
exaltación de la naturaleza
convertida
en pasión y sentimiento.
El
amor no es eterno,
pero
crea vivencias
que
son irrepetibles,
y
que buscan la eternidad
de
un instante, como el agua al caer.
El
tiempo permanece en su materia,
exime
de peaje a los recuerdos
que
portan su verdad, sin ataduras.
Su
mensaje se queda en mi memoria
como
nave varada en un remanso
del
río que nos lleva.
Me
estremece tan solo de pensarlo.
Te
busco nuevamente
a
cobijo del aire desalmado
que
sobrevuela la existencia.
Y
el tiempo es catarata de sabores
en
la ternura de tus labios.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
LA METÁFORA DE MANHATTAN
LA
METÁFORA DE MANHATTAN
Parece
aún estar vivo
el
mundo metafórico de Manhattan
que
captó Federico García Lorca
y
convirtió en palabra de poeta.
Como
seres anónimos
que
caminan tras su destino,
contemplamos
las calles y las gentes,
su
ritmo de termitas
que
huyen de la tristeza,
que
buscan soledades compartidas
tras
las ventanas
de
los monstruos de acero,
o
que obedecen a sus dueños
igual
que autómatas.
Cuando
cae la noche
con
su manto de luciérnagas,
por
dentro de los ojos
acristalados
de los edificios,
parpadean
burbujas de color,
se
desangra la luz por las ventanas
como
zumo de fruta navideña
igual
que en otros puntos del planeta.
Ajenos
al murmullo de las sombras,
nos
preguntamos cuál fue el detonante
de
la fascinación por las palabras
que
alimentó al poeta
para
crear un mundo metafórico
con
la angustia de los humanos
que
viven atrapados
en
esta jungla de asfalto y metal.
Tal
vez fuese otra clase de amor por los sentidos
que
nunca alcanzaremos
a
poder comprar con divisas,
ni
encontraremos en supermercados
o
en el ring de la bolsa.
Y
nos refugiamos en el anonimato
para,
desde nuestra insignificancia,
pasar
inadvertidos
mientras
le damos forma
a
nuestros versos de pasión.
Nueva
York sigue dando a los amantes
razones
para amar la intimidad del beso
donde
nadie descubra su ternura
ni
el sonido armonioso de los labios.
jueves, 1 de agosto de 2019
CON LAS NOTAS DEL FADO
CON
LAS NOTAS DEL FADO
El
puerto de Lisboa
va
cambiando de tono con las horas.
Esa
luz aceitunada que resalta los barcos
se
convierte en reflejos azulados
con
la melancolía del fado marinero
nadando
en sus aguas.
La
terraza de un bar
contiene
el vino dulce de la copla
y
los lamentos en el aire
de
un dolor sobrehumano
que
interpreta la voz de una mujer
sobre
las notas tristes
de
una guitarra.
No
quiero imaginar siquiera
lo
que ha de ser notar muy dentro
el
dolor por la muerte
de
quien es la razón
para
seguir viviendo.
Te
miro a los ojos
mientras
escuchamos la letra
de
una canción del alma.
No
sé qué estarás pensando.
Hay
profunda tristeza en tu mirada,
y,
sin embargo, me hablas
de
lo hermosa que es la vida.
Acaso
ocultas lo que piensas:
no
poder soportar
el
dolor por la pérdida
de
lo que ahora posees.
Recuerdo
lo que decía Pessoa
sobre
el arte de fingir un dolor
que
de verdad se siente.
Y
me envuelvo en la luna
para
cubrir mi cuerpo
del
frío espasmo que me asalta
tras
el amargo final de la copla.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
OBJETOS DE LA CURIOSIDAD
OBJETOS
DE LA CURIOSIDAD
Nos
besamos apasionadamente
junto
a la Casita del Pescador.
Mientras,
unos turistas
discutían
con saña
por
no sé qué mala conciencia
como
gigantes de platino
que
pierden su esplendor
en
el filo de las palabras.
Fue
un acto reflejo y momentáneo,
como
un instante de locura
que
te quema los labios,
que
anula toda lógica,
que
ciega la conciencia
y
no deja ver nada
más
allá de uno mismo
y
de la luz íntima que comparte.
Sin
pretenderlo, fuimos presas
de
la curiosidad de aquella gente,
objeto
de miradas silenciosas,
por
quienes, tal vez,
hacía
mucho tiempo
que
olvidaron las luces del amor
y
añoraban la entrega pasional
que
lucía junto a ellos.
Sin
embargo,
nunca
las cosas son como parecen,
tienen
otra dinámica
que
fluye al costado del cielo
como
una materia invisible
que
transporta el discurso
de
la realidad.
Ellos
no conocían
que,
en aquel preciso momento,
una
inquietud latente
por
el futuro del deseo
y
de nuestras vidas,
viajaba
por las arterias
de
nuestras almas
ajena
a sus propios infortunios.
Nos
atenazaban las dudas
y
en aquel beso estaba
toda
la materia del firmamento.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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