martes, 24 de noviembre de 2020

CONSECUENCIAS

 

CONSECUENCIAS

 

 

Desde que los poetas se marcharon

a la nada absoluta,

hay una calva en el bosque

donde nada refulge

con la luz del diamante

que atesoraban sus poemas.

 

Ese lugar es un enorme páramo

donde no crece la hierba

del pensamiento,

un espacio ridículo

donde nunca se ha escuchado

hablar del concepto del tiempo

como un nexo pluridimensional

que acaba uniendo

todo lo que ya fuimos,

lo que ahora somos

y lo que algún día seremos.

 

Tan solo se habla

de la fugacidad de nuestra vida,

de la incesante búsqueda

del amor verdadero,

de la codicia ajena

por los bienes metálicos,

da la ansiada felicidad

que nunca llega

porque siempre se busca

en lugares equivocados.

 

En ese lugar, todo es caos,

un campo de batalla

donde se lucha, como fieras

de una selva inhumana,

por un trozo de pan

y un abrigo para la noche.

Un espacio para la supervivencia

donde no hay concesiones

para la luz del poema

y a menudo se acaba

siendo lacayo

del reino del vacío.

 

Cuando se acerca el desenlace

de esa lucha terrible y sin cuartel,

todos notan el vértigo

que genera la carne

antes de ver el fuego

que consumirá su materia,

y notan en sus almas

los escalofríos ancestrales

de las tumbas sin nombre.

 

Esas son las terribles consecuencias

de no haber cultivado el alma

con el místico don de los poemas.


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NADA ES IGUAL

 

NADA ES IGUAL

 

 

A los antiguos hombres

que amaban las palabras,

les gustaba el aire y la luz

como símbolos de pureza.

 

Y procuraban que sus voces

germinasen en su interior

con la identidad del silencio.

Después, las lanzaban al viento

para repoblar el planeta

con los frutos de sus verdades.

 

Subían a las copas de los árboles

para acercarse al resplandor

que llegaba del cielo,

o tal vez lo hiciesen,

sin ser conscientes

de su osada temeridad,

para buscar similitudes

con algún dios del universo.

 

Ahora,

la luz ya no es la misma,

no tiene las virtudes de sus voces,

nadie aprecia su simbolismo

entre los caminos del alma,

ni refulge en las noches

como un delirio de estrellas

que ilumina los sueños.

 

Ahora,

el aire no recuerda

a las indumentarias de la vida,

a la respiración de los humildes,

al desahogo fugaz de los que sufren,

a las fragancias dulces

de la naturaleza,

a ese aroma de las cosas

que han hecho grandes a los hombres.

 

Ya nada es igual

que durante los tiempos

en los que había

poetas en los bosques.

 

A la luz y al aire del planeta

les faltan las moléculas

que aportaban oxígeno a las mentes

de los que querían cambiar el mundo.


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EXCUSAS

 

EXCUSAS

 

 

En las aldeas de los bosques

ya poseen excusas para todo

lo que tenga un matiz

cercano a lo poético.

 

Si no pueden mirar al horizonte

como al destino de sus sueños,

dicen que al otro lado

de las viejas montañas

ya no hay un mar que los llame

con la fascinación de la belleza

y el misterio del mundo.

 

Algunos se aventuran a opinar

que las rosas huelen a plástico

para no regalar el perfume del cielo

a las dueñas de sus suspiros,

que no hay magia en el amor

para no describir las sensaciones

que provoca su ausencia.

 

Otros tan solo admiten

que la virtud se rige

por el tamaño de las cuentas

que tienen en los bancos

y no por lo más dulce

que anida en lo profundo

del alma de los hombres.

 

Utilizan cualquier pretexto

para no ver poesía en las cosas,

para eludir la obligación

de explorar en la metafísica,

para ofrecer disculpas

a los sentimientos que omiten.

 

En las aldeas de los bosques

solo viven en el presente

con un realismo simbólico

que les aleja del poema.

 

 

Incluso ya no aspiran

a lo más inefable,

a la esperanza de una vida

más allá de la muerte.

Dicen, como excusa perfecta,

que eso es algo ficticio,

un reflejo ancestral

de la supervivencia.


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sábado, 21 de noviembre de 2020

DA TRISTEZA RECONOCERLO

DA TRISTEZA RECONOCERLO

 

 

Ahora todo es diferente.

Da tristeza reconocerlo.

 

Las ventanas no están abiertas

hacia el aire sagrado de los montes,

ni los tallos de hinojo

perfuman los salones,

ni las palabras que se escriben

con lápiz de silicio

nadan en los ríos de espuma

o flotan en el aire

con la esencia de los antiguos

moradores del bosque,

aquellos que llamaban

a cada cosa por su nombre.

 

Alguien predijo que sucedería

sin darnos cuenta de ello,

que el talento preciso

para expresar los males de este mundo

se perdería entre palabras

sin pensamiento crítico,

que la fuerza de la verdad

se diluiría en el tiempo

como un mensaje que ya nadie entiende,

que los perros del bosque

ladrarían a los anacoretas

que hablasen de la muerte

como destino inevitable,

del amor por el prójimo,

de la experiencia

de la luz…

 

Alguien predijo que sucedería

y nadie quiso prestarle atención.

Da tristeza reconocerlo.

 

Ahora no sabemos

vincularnos a los misterios

de un universo ilimitado,

pero habrá que ir pensado

en buscar nuevos bosques

más allá de las estrellas,

un espacio donde poder medrar

como especie que tuvo

el paraíso en sus manos

y no pudo, o no supo, mantenerlo.

 

Ahora paseamos

por las orillas de la nada

frente a los arrecifes del presente

y al borde de las simas

de un futuro inquietante.

 

Da tristeza reconocerlo.

 

 

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LO MISMO DE SIEMPRE

 

LO MISMO DE SIEMPRE

 

 

Cuando llegó el invierno,

los zarzales y la hojarasca

cubrieron los caminos

que habían abierto los poetas

durante las noches de luna llena.

 

Los hombres se perdían en el bosque

buscando los senderos

que llevaban hasta la luz,

equivocaban sus trayectos

y tropezaban en las mismas piedras

en un absurdo movimiento

que los llevaba a los inicios

de un tiempo ya pasado

que de nuevo les alcanzaba.

 

Muchos hombres abandonaron

a aquellos niños inocentes

que habían sido

mientras jugaban con la vida

y engañaron a sus instintos

para seguir estando solos.

 

Los hechos silenciaron

los antiguos presagios

sobre la condición humana.

Los hombres olvidaron lo aprendido

y empobrecieron sus conciencias.

 

Y el lenguaje de súplica

de los hombres sin techo,

traspasó las fronteras de los bosques

para ir a alimentar esponjas

en los fondos marinos.

 

Con el ostracismo de los poetas,

se asentó en todo el mundo

un largo invierno

y todo comenzó a parecerse

a un regreso sin alma

al lugar del que procedemos.


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sábado, 14 de noviembre de 2020

EL OTOÑO Y LAS HOJAS

 

EL OTOÑO Y LAS HOJAS

 

 

El primer otoño sin poetas

fue tan extraño como una estación vacía

por la que pasa el tren sin detenerse.

 

Desde las cornisas del aire,

descendieron al suelo

las hojas de los árboles,

igual que lágrimas

con el peso de la melancolía

que buscan su consuelo

en el abrazo con la tierra.

 

Los colores cambiaron sus ropajes

y se olvidaron de la luz

para transformar el volumen

que emula a la esperanza

en el óxido de la muerte.

 

El viento trajo su corona

de nubes tormentosas

y derramó la textura del agua

como un suceso imprevisto

por la agenda del hombre.

 

Las ramas desnudaron sus cortezas

ante los ojos asombrados

de quienes no sentían

el sonido armonioso de las hojas

al deslizarse por el aire

y recubrir la tierra.

 

Ya no había quien viese en el otoño

el triste declinar de su energía

y una estación abierta

en la que preparar el alma

para el último viaje.

 

Ni tampoco entendieron

que la naturaleza

pone ante la mirada de los hombres

una oportunidad para alejarse

de todo lo que no nos sirve

para dar verdadero contenido

a lo esencial de la existencia:

a las raíces y a los troncos

que nos mantienen vivos.


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LOS EXILADOS

 

LOS EXILADOS

 

 

En los desiertos del planeta

aún puede hallarse alguna flor silvestre

que como un milagro del cielo

expresa su belleza entre las rocas.

 

El viento borró de las dunas

las huellas de los dromedarios

que llevaban tras ellos

a los exilados del bosque,

a aquellos pensadores

cuyas ideas molestaban

porque ponían en valor

las palabras de Sócrates

sobre el conocimiento y la verdad.

 

Los que los vieron alejarse,

leyeron en sus ojos

la determinación por seguir caminando,

la valentía de los sabios

que dudan de los dogmas,

la fuerza necesaria

para mantener en vigor

sus extrañas ideas,

la certeza de no saber nada del mundo

y de estar en camino

de conocerlo todo.

 

Y mientras caminaban

hacia un negro horizonte

lleno de incertidumbres,

dejando atrás sus raíces,

sus afectos y sus miserias,

miraban con firmeza

a lo desconocido,

erguían sus figuras con orgullo

y aprovechaban el rocío

que regala la madrugada

para plantar rosales en la arena.


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martes, 10 de noviembre de 2020

IN MEMORIAM

 

IN MEMORIAM

 

 

Dicen que ya no queda quien escriba

un poema al recuerdo

de lo que fue para que ahora sea.

 

Ni en los templos hindúes,

ni en las pagodas chinas,

ni en la Acrópolis griega,

ni en los fiordos vikingos,

ni en las selvas incas,

ni en las ciudades aztecas,

ni en las calzadas romanas,

ni en la arena de los tuareg,

ni en los mercados hebreos,

ni en los templos egipcios,

ni debajo de aquellos árboles

de los bosques del mundo

que fueron un primer refugio

o la última morada.

 

Ya no queda quien escriba el relato

del pobre que ofreció su vida

al ser de las tinieblas

para que el nombre de su hijo

brillase en la fachada

de una gran biblioteca

con la luz deslumbrante

de la palabra.

 

Ya no queda quien escriba el relato

de quien aniquiló su vida

en las sombras del bosque

con la hoz de la tristeza

para ser un poema

que burlase a los dioses

y a los crueles ladrones

de la esperanza.

 

Pero mientras lo dicen,

cultivan la memoria de sus versos.


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