PUENTES
Cuando amanece, el sol difunde una llamada a la luz y a la vida. Esa llamada es como el resplandor de un sueño que viene del cielo y es para ir hacia el cielo. Suenan los cantos de los gallos, o las sirenas de las fábricas, o los sonidos alarmantes de las ambulancias. Todo se transmuta en vértigo y ansiedad. Al despertar, diluimos el néctar de lo soñado en la esencia de lo posible. Abrimos los ojos y vemos la realidad con la mirada de aquello que es realizable. Y, entonces, dejamos los sueños atrás, perdidos en la muselina del olvido, aparcados en la explanada del tal vez sí, pero quizá no. Y, sin darnos cuenta, construimos un puente entre los sueños y la vida para poder atravesar el abismo de nuestra existencia.
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