miércoles, 5 de julio de 2017

EL ÁRBITRO (Novela corta).Parte 7


7

Gamal se atragantó con el bocado que masticaba al oír la funesta advertencia de la escriba. Y se dispuso a escuchar.
—Hace varios siglos, cerca del lugar donde estamos ahora, había dos aldeas que estaban una a cada uno de los lados del Nilo. La aldea situada en la margen derecha se llamaba Nadir y la de la margen izquierda Ibz. Cada una de ellas poseía una gran colmena de abejas. Las colmenas estaban situadas en las riberas del río, dentro de las zonas donde crecían numerosas plantas, árboles y hierbas con flores aromáticas. Había abundantes flores que las abejas libaban para producir el dulce alimento que conocemos como miel.
»El devenir de las aldeas era observado desde sus altares estelares por los Dioses Amón y Hathor. Las divinidades veían con curiosidad cómo los habitantes de esas pequeñas poblaciones intentaban conseguir la mayor cantidad posible de miel para asegurar parte del sustento de sus familias. Para ello no renunciaban a nada. Incluso había grupos de jóvenes que se arriesgaban a cruzar el río en viejos bajeles para robar algún panel de las colmenas de la aldea vecina. Aquellos asaltos creaban una enemistad permanente entre los pueblos.
»Los dioses decidieron elegir cada uno a un pueblo y establecer una competición que resolvería el problema. Dispusieron las reglas que tendría el juego. Fijaron el tiempo que duraría la competencia en dos estaciones. Y acordaron que el premio para el dios ganador sería reinar durante una década en todo Egipto, mientras que el dios derrotado vería como todos los habitantes de su aldea perecían a causa de una enorme plaga de hormigas rojas del desierto.
»Amón, divinidad del aire, dios tebano de piel rojiza y azul que a veces aparecía en forma de animal con cabeza de carnero llevando un tocado con plumas y un disco solar en la base, estaba satisfecho con el desafío. Sabía que al poseer una influencia tan decisiva sobre el aire, haría posible que las abejas de su aldea viajaran con mayor velocidad, y por el contrario, intentaría oponer un aire adverso al vuelo de las abejas competidoras. Las mismas ventajas y dificultades serían también para los habitantes de cada una de las aldeas contrincantes. Durante varias jornadas, Amón estuvo preparando a los habitantes de Nadir, la aldea de la margen derecha, para partir con ventaja en el juego.
»Desde el otro trono estelar, Hathor, divinidad cósmica, diosa del amor y la danza, diosa de las artes por excelencia, preparaba su estrategia para la aldea de la margen izquierda. Los habitantes de Ibz notaban la presencia permanente de la diosa, que aparecía como una vaca con cuernos que sujetan un disco solar. Hathor era muy respetada por todos. Como diosa madre producía el alimento y daba vida al árbol celestial.
»Ambos dioses hicieron una selección entre los habitantes de cada una de sus aldeas. Fueron eligiendo a los jóvenes más osados y a los ancianos más sabios. Había que hacer compatibles fuerza y habilidad, también inteligencia y sabiduría en el cuidado de las abejas.
»Y comenzó el juego.
»Durante las primeras lunas la competición fue muy pareja. Las cantidades de miel obtenida de cada colmenar eran similares. Y la calidad del alimento era muy parecida. Apenas había diferencias en el producto del trabajo aunque sí las había en la forma de obtenerlo. La actividad era frenética en el entorno de las aldeas.
»Todas las noches se reunían los viejos de cada aldea para dialogar sobre la forma de aumentar el rendimiento de las abejas. También discutían sobre la forma de dificultar la producción de la aldea enemiga. En ambos lados de la contienda se crearon especialistas en la defensa de las colmenas y comandos encargados de asaltar las colmenas del adversario.
»Los dioses disfrutaban con la competición. Discutían con pasión sobre las aptitudes de cada cual o las miserias humanas que demostraban frecuentemente. Algunos de los seleccionados de cada bando se creían con más derechos que otros, se sentían señalados por los dioses y menospreciaban a otros con toda clase de insultos.  Los ancianos de cada comunidad tenían que solucionar todos los problemas que ocasionaban los egoísmos y las envidias que se suscitaban entre los jóvenes. Los problemas aumentaban cuando había por medio algunas miradas sugerentes de las mujeres en edad de merecer.
»Los habitantes de Nadir, que como ya te he dicho, era la aldea de la margen derecha del Nilo, y estaba apadrinada por Amón, dios del aire, hizo crecer muchas plantas de romero, irrigó los terrenos de arbolado y esperó pacientemente a la floración de sus naranjos para que el azahar hiciese aumentar la producción de sus abejas.
»Los que vivían en la aldea de la margen izquierda, los jóvenes y viejos de Ibz, cuya protectora era Hathor, además de cuidar todas las plantas que de forma natural crecían en las riberas del río, sembraron trigo y cebada para que la mayor producción se concentrase en el tiempo de floración de los cereales que luego servirían de alimento para el pueblo y para el ganado.
»Siguieron pasando las lunas y concluyó el tiempo de la primera estación. Los dioses comprobaron el estado de sus aldeas y convinieron que estaban en igualdad. Cada uno retiró de sus equipos a los más cansados y los sustituyó por otros que habían mostrado ganas de colaborar.
»Pasaron las jornadas entre esfuerzos y estrategias sin que ninguna de las aldeas lograse destacar en la cantidad de miel obtenida. El tiempo de la segunda estación iba llegando a su final. Mientras tanto, a muchísimas jornadas de distancia, allí donde el Nilo bebe de sus fuentes, habían comenzado las lluvias de temporada antes de lo previsto por las predicciones obtenidas en los sacrificios realizados por el faraón. El río bajaba con mayor caudal y comenzaron a inundarse algunas zonas de las riberas. Aunque la gran crecida no se esperaba aún, todo hacía indicar, que el proceso por el cual se purificaban las tierras de Egipto, se había iniciado.
»Las colmenas estaban en lugares relativamente elevados para el nivel normal del río, a salvo de las crecidas de los últimos años. No obstante algunos ancianos se preocuparon de que la impredecible cantidad de aguas del río pudiese afectar a sus colmenas. La aldea de Nadir confió en la tradición y en que durante los últimos años las aguas no habían subido hasta sus colmenas. La aldea de la izquierda, Ibz, creyó conveniente levantar un muro de sacos de tierra alrededor de la zona donde estaban sus colmenas.
»Cada día se vigilaba cuánto subía el nivel del agua y se comparaba con las anotaciones obtenidas en crecidas anteriores. Se hacían cálculos y ofrendas a los dioses para que permaneciesen a la expectativa por si se tenía que recurrir a su magnanimidad.
»Cuando llegó la gran crecida era plena noche. Los aldeanos dormían y los dioses estaban distraídos con otra clase de juegos, algunos de ellos poco moralizantes pero de gran disfrute. Antes de dejarse llevar por el frenesí, Amón y Hathor habían convenido que a la mañana siguiente darían por terminado el juego, medirían los rendimientos de cada colmena y proclamarían vencedor al que más cantidad de miel tuviese. Procederían tal y como establecieron al principio.
»Y sucedió lo imprevisto. Lo que nadie esperaba, ni tan siquiera había soñado que pudiese ocurrir.
»Un enorme cocodrilo, que había seguido la inercia de las aguas, olió los animales de la aldea de Ibz y se dirigió hacia donde el olfato le indicaba. Excitado por la cercanía de sus presas y por la voracidad del hambre que habían provocado varios días sin comer, se movió con energía entre las aguas revueltas y los cañaverales hasta llegar al muro de sacos terreros. La misma energía que ansiaba sentir la sangre dentro de sus enormes fauces fue la que, de varios golpes, ocasionó el derribo de los sacos, dejando una brecha abierta por la que pronto comenzó a penetrar el agua.
»La gran crecida llegó en las horas siguientes. Fue la mayor que había habido en la última década. La desproporcionada cantidad de agua que el Nilo trajo, anegó por completo las colmenas de Ibz, ahogando a las abejas, y arrastrando los productos de su trabajo hasta un lodazal cercano, donde se hundieron para siempre. Sin embargo las colmenas de Nadir apenas se vieron afectadas.
»Cuando se levantó el sol los aldeanos desperezaron y comprobaron la dimensión de la crecida. Los dioses también vieron lo que había sucedido. Amón se proclamó vencedor. Y reclamó a Hathor el precio de su derrota. Por tanto Amón debía reinar durante las próximas estaciones en todo Egipto y Hathor vería impotente cómo las hormigas rojas del desierto iban llegando a cientos de millones hasta la aldea y devoraban, uno a uno, a todos sus habitantes. En pocos días la aldea de Ibz quedó totalmente en silencio, fue arrasada por la voracidad de las hormigas. Los esqueletos de los hombres y mujeres que antes soñaban con alcanzar una vida mejor, eran ahora el refugio de las ratas y los nidos de las serpientes.
La escriba concluyó su relato marcando el tono de sus palabras con un aura de misterio. Sus ojos negros miraban fijamente la expresión de Gamal. La mujer hizo un breve silencio y casi sin dar tiempo para que el árbitro procesara en su mente todo lo que le había contado, alzó la voz y le preguntó:
—¿Consideras justo el resultado?
El hombre se mantuvo durante unos minutos callado. La amenaza de que su vida dependía de su atención le había mantenido con los cinco sentidos en cada una de las palabras que la escriba había pronunciado. No esperaba un interrogatorio sobre la valoración de su contenido, sino más bien, un ejercicio de su memoria sobre detalles del texto.
Al cabo de unos minutos de profunda meditación, Gamal dijo:
—Hay dos factores que han influido en el resultado y que no estaban en las reglas del juego. El primer factor es la inusual crecida del Nilo, su intensidad no estaba prefijada. El segundo y más esencial, fue la actuación del cocodrilo. Nadie contaba con la decisión privada del animal, una decisión motivada por cuestiones, meramente individuales. La decisión del reptil alteró considerablemente el resultado del juego. ¿Qué hubiese pasado si el cocodrilo no rompe la barrera de sacos? No lo sabemos. Pero es posible que el agua no hubiese inundado las colmenas de Ibz y por tanto la diosa Hathor no tenía por qué ver a sus aldeanos siendo víctimas de la adversidad.
—Ya, pero ésa no es la cuestión. La pregunta es si consideras justo el resultado de que la aldea de Nadir, y por consiguiente el dios Amón, ganasen el juego.
—Eran quienes más miel tenían, ¿No?
—Sigues sin contestar.
Al árbitro le corrían chorros de sudor por la frente. No se atrevía a ser más concreto. Un tremendo escalofrío le recorrió la espalda como si de un latigazo se tratase. La temperatura había bajado ostensiblemente. Dentro de la jaima hacía mucho frío. Gamal temblaba tanto como las velas que daban luz a las dos imágenes de Amón y de Hathor. Los dioses presidían la estancia en la que apenas quedaban  algunos restos de la comida que había servido la escriba. En el ambiente se respiraba un intenso olor a incienso y otros aromatizantes, esencias que ardían en tres bandejas colocadas en un triángulo que dejaba a la escriba en el centro.
—Lo más justo hubiese sido repetir el juego en las estaciones siguientes —se atrevió a decir Gamal con una voz dubitativa e implorante.
La escriba le miró con cierta benevolencia y le dijo:
—Esta noche podrás dormir tranquilo. Acuéstate en el suelo, que tu cuerpo sienta de cerca el poder de la tierra, serénate y presta oído a las vibraciones del planeta.



CONTINUARÁ...

NOVELA CORTA
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Mariano Valverde Ruiz (c)


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