PRIMER
BALANCE
Son
tan pocas las cosas que tengo inventariadas
en
mi primera infancia, que caben en un poema
de
los que se cobijan en el arca del aire.
En
una parte anoto la flor de los almendros,
su
luz de nieve sobre las laderas,
el
color de las hojas invertidas
de
los viejos olivos, los perales,
los
cantos de las ranas en el estanque,
aquel
lecho de ortigas bajo los jinjoleros,
el
aroma de la hierba fresca,
la
llama del candil y su senda de bruma,
los
aullidos lejanos de los perros salvajes,
el
silencio implacable de la noche,
el
canto de los gallos en cada amanecer
demandando
a los cielos una escalera roja
para
tocar la luz de las estrellas.
En
otra parte escribo cuanto fue la verdad
de
algunos años en que la miseria
era
una rata hambrienta dentro de mis entrañas.
La
vida me negó la posibilidad
de
ser más bondadosa con mi entorno.
Lo
que fue puro anhelo huyó tras el realismo
en
los duros inviernos, donde se refugiaba
como
perro asustado,
el
instinto vital de la supervivencia.
Al
cerrar el balance me pregunto
qué
he podido aprender a lo largo del tiempo
para
que todo cuadre,
cómo
puedo ser más equilibrado
que
el canto de las ranas del estanque
cuando
daban envidia al silencio
con
sus versos de luna.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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