JUEGOS
DE INFANCIA
En
las zonas rurales de los años sesenta
no
teníamos nada
que
nos atara a un rol de dependencia,
con
la imaginación y cualquier cosa
llenábamos
el tiempo de los juegos.
Cambiábamos
secretos por cajas de cerillas
para
jugar al alza y tapa.
Después
de cazar ranas con lazadas de esparto,
las
soltábamos dentro de una acequia
para
poder votar por la que más saltaba.
Nos
divertía ver la rueda de los gatos
cazando
a los ratones.
Aún
era más hermoso
descubrir
la emoción de la aventura,
dejarse
iluminar por noches de cereza
y
degustar el vértigo de la naranja hurtada
aunque
nos delataran los aromas
de
su piel en las manos.
Buscábamos
los pliegues de las ramas
tumbados
en la hierba
mientras
colonizábamos la luna.
Los
campos dormitaban en verano
bajo
el sol de poniente.
Los
enjambres de avispas
bullían
entre zarzas y matojos.
Era
el tiempo del tiro al avispero
con
misiles de barro
para
ver crepitar sus junglas peligrosas.
Nos
gustaba observar las luces del otoño
a
través de las cañas de un refugio
mientras
buscaban fonda los gorriones
para
contar estrellas del crepúsculo.
El
invierno tenía el color de la hoguera
y
el discurso de la imaginación.
El
viento alzaba nubes
que
como zinc volátil
iban
dando a las noches su manto de misterio.
Así
pasaban días, semanas, meses, años,
breves
transparencias de la infancia
que
iban alejándose en el tiempo
sin
que lo percibiéramos.
Se
nos iba perdiendo para siempre
la
otra media verdad de nuestras vidas.
(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
No hay comentarios:
Publicar un comentario