martes, 24 de noviembre de 2020

NADA ES IGUAL

 

NADA ES IGUAL

 

 

A los antiguos hombres

que amaban las palabras,

les gustaba el aire y la luz

como símbolos de pureza.

 

Y procuraban que sus voces

germinasen en su interior

con la identidad del silencio.

Después, las lanzaban al viento

para repoblar el planeta

con los frutos de sus verdades.

 

Subían a las copas de los árboles

para acercarse al resplandor

que llegaba del cielo,

o tal vez lo hiciesen,

sin ser conscientes

de su osada temeridad,

para buscar similitudes

con algún dios del universo.

 

Ahora,

la luz ya no es la misma,

no tiene las virtudes de sus voces,

nadie aprecia su simbolismo

entre los caminos del alma,

ni refulge en las noches

como un delirio de estrellas

que ilumina los sueños.

 

Ahora,

el aire no recuerda

a las indumentarias de la vida,

a la respiración de los humildes,

al desahogo fugaz de los que sufren,

a las fragancias dulces

de la naturaleza,

a ese aroma de las cosas

que han hecho grandes a los hombres.

 

Ya nada es igual

que durante los tiempos

en los que había

poetas en los bosques.

 

A la luz y al aire del planeta

les faltan las moléculas

que aportaban oxígeno a las mentes

de los que querían cambiar el mundo.


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Mariano Valverde Ruiz

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