sábado, 24 de septiembre de 2016

VEINTISIETE AL VEINTIOCHO DE OCTUBRE


VEINTISIETE AL VEINTIOCHO DE OCTUBRE


Me dicen que llovía intensamente
sobre los tejados de barro,
cañizos y maderos, de una casa aislada
en mitad del valle lorquino.
La noche era fría y oscura,
tenía aún el color de una larga posguerra
aquel otoño del cincuenta y ocho.
La luz porosa de un candil
jugaba con las sombras de la alcoba
mientras se escuchó el llanto
que confirmaba vida para el niño que aún soy.
La matrona, mi abuela y mi madre,
fueron las primeras en verme.
Mi padre luchaba postrado
contra el dolor de todos los fragmentos
en que se habían convertido
la mitad de sus huesos tras ser atropellado.
Él, que apenas sabía las letras de su nombre,
quiso que su primer hijo fuese maestro,
lo más grande que había conocido.
Alguien que comprendiese de dónde procedía,
un hombre que plantara cara a la adversidad
y le cambiase el rostro a la pobreza.
Un hombre fuerte y noble
que enseñase a escribir la palabra ternura.



(La intimidad del pardillo)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)


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