DESAYUNO EN TIFFANY´S
CON AUDREY
El río de la luna es
inmenso. Truman Capote comienza a notar que sus aguas no tienen fin. Unas aguas
que poseen el color de los diamantes que Audrey Hepburn va a mirar cada mañana
al escaparate de Tiffany´s. Ella también conoce el río de la luna.
Truman está nadando en
el río de la luna, un río que lleva agua de la costa de Nueva Orleans y de las
fuentes de Los Ángeles. Es un río que ha hecho de la destrucción el caudal con
que se construye la magia de la sensibilidad, una magia que colma de luz un
apartamento inolvidable de Nueva York, donde Audrey canta Moon River, acariciando la guitarra y las palabras.
La música comienza. Vuela
sobre las aguas la imagen de un alma que no quiere pertenecer a nada ni a
nadie, que es leal, que es picardía y es candor; que tiene la valentía de
ejercer el oficio más viejo del mundo y, además, decorarlo con una admirable
belleza: la de alguien a quien persigue un pasado dramático y triste, y que
huye, quizá del río de la luna, buscando el mismo final que el ave fénix.
Junto a los cristales
del escaparate, los ojos de la inocencia y la búsqueda de los sueños, eclipsan
el brillo de los diamantes. Audrey habla consigo misma y da vida a las palabras
de Truman. Al otro lado, el frío mineral de la discordia, refleja sus ilusiones
tras el mostrador de la joyería. Es una puerta imaginaria, un espacio abierto hacia
el horizonte de un viaje que nunca termine, la esperanza de la libertad, y
también, la triste singladura de una aventura que quizá la lleve hasta las
fuentes del amor verdadero.
En el apartamento, un
gato ronronea sobre la ropa que huele a esencia de una mujer melancólica. El
aroma de la dulzura lo colma de paz. Su mirada se aleja por el ventanal hasta
donde se encuentra Audrey. La ve soñar junto al escaparate. Sabe que él es su
más fiel amigo, el guardián de los secretos que atesora la rebeldía del alma de
su dueña. Y quisiera ser propietario de las palabras de un escritor, para poder
decirle que el río de la luna está hecho con las aguas que hacen realidad todos
los sueños. Truman también lo sabía e intentó dejarlo escrito sin usar las
palabras.
RELATOS BREVES
Todos los derechos
reservados
Mariano Valverde Ruiz ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario