CUÉNTAME UN CUENTO
Cuando alguien escucha
la voz ansiosa de otra persona que desea evadirse y conocer nuevos mundos, o
tal vez tan sólo intentar distraerse, se ponen en marcha los mecanismos del
contador de historias. Entonces éste intenta responder a la demanda con algo
propio, con algo que no conozca su oyente o su lector, quiere sorprenderle,
desea seducirle, procura atraparle y hacerle partícipe de una nueva realidad.
El contador de
historias se relaja y deja volar la imaginación, procura quedarse con el
corazón en los huesos para narrar algo que haga soñar. Procura que el silencio se
convierta en cómplice de las palabras. Busca el elixir de la magia para
verterlo sobre las emociones. Cuenta una verdad a medias o una mentira que
puede convertirse en realidad. Apuesta a todo o nada. Convoca a la fuerza y al
misterio. Y espera junto al ordenador que al otro lado de las páginas, tras
leerlas, le vuelvan a pedir: cuéntame un nuevo cuento.
Pero todo lo anterior
se convierte en una quimera si no dedica un tiempo a cultivar la técnica que
debe armar el relato. Un cuento es un mecanismo que se acerca a la perfección,
es un dardo que se lanza hacia la mente del lector, un dardo de palabras y
sentimientos que ha de producir el efecto de un alucinógeno sin efectos
nocivos. Y por consiguiente, el contador de historias no volverá a escuchar las
palabras cuéntame un cuento si no
persevera en el conocimiento de la arquitectura del relato.
La escritura de un
cuento es imaginación y es técnica. Las dos cosas son esenciales para que un cuento fluya con naturalidad
hasta el desenlace. Al otro lado del espejo espera el dueño de la
fantasía. Y cuando el narrador termina
su relato, el lector todavía está allí.
OFICIO LITERARIO
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Mariano Valverde Ruiz ©
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