Dentro del almidón que une mis sueños
he puesto a mezclar miel ya derretida
con la sonrisa clara que me ofreces.
Percibo en mis neuronas
el sabor del jengibre
y la fragancia fresca del hibisco:
placeres que conviven esmaltados
de una luz de romero.
Sin embargo no puedo concebir esa esencia
que pule y armoniza
el color secular de la alegría
y la tibia mirada
que llegó con tu nombre.
Sólo me queda, y no me quejo de ello,
la dicha de beber en esos labios
o cubrir la paleta de mis manos
con los óleos suaves de tu cuerpo.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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