La orilla del mar es una frontera que siempre invita a ser ciudadano de la tierra. Y la tierra es de todos. De todos sin excepción. Sin embargo hay quienes intentan de forma reiterada marcar un territorio excluyente para los demás.
En la mayoría de los casos, este comportamiento suele estar inspirado por razonamientos egoístas o aspiraciones personales de los que en ese momento ostentan el poder en una determinada zona del planeta, en la que pretenden imponer sus criterios.
Durante los últimos años, la acción destructiva de la crisis económica ha sido el caldo de cultivo que los que buscaban esos exacerbados separatismos, necesitaban. Y agarrados al falso mensaje de que todo lo malo viene de otras gestiones, y no de la suya, han alentado los sentimientos de aquellos que se han sentido más suyos que compatriotas de los demás. Es sin duda un comportamiento explicable pero no plausible.
Seguramente muchos encontrarán en estas palabras un paralelismo con lo que están viviendo en algunas zonas de un estado que lleva unido más de quinientos años. Un estado rico en diversidad y en cultura, en el que se puede poner en valor la diferencia pero nunca la exclusión.
No podemos arriesgarnos a dilapidar lo que ha costado tantos sacrificios y tantas vidas, no podemos arriesgarnos a repetir lo más negro de nuestra historia. Simplemente, no podemos dejarnos engañar por quienes sólo buscan su acomodo en la política.
La convivencia y el respeto deben ser dos de los aspectos incuestionables en una sociedad democrática. Si la soberanía sobre el territorio que habitan los españoles es de todos, nadie tiene derecho a imponer su derecho sobre una parte del territorio que también es de los que no residen en él. Hay pues que encontrar el camino para el entendimiento, para la convivencia, para el respeto. Y respetar las leyes que nos hemos dado para convivir en paz, ser libres y desarrollar nuestras facultades humanas.
La independencia como concepto no existe. Todos dependemos de algo. Somos seres dependientes que necesitamos vivir en sociedad. Nuestra grandeza como humanos reside en aprovechar la inercia positiva de los demás y ser creativos.
En la mayoría de los casos, este comportamiento suele estar inspirado por razonamientos egoístas o aspiraciones personales de los que en ese momento ostentan el poder en una determinada zona del planeta, en la que pretenden imponer sus criterios.
Durante los últimos años, la acción destructiva de la crisis económica ha sido el caldo de cultivo que los que buscaban esos exacerbados separatismos, necesitaban. Y agarrados al falso mensaje de que todo lo malo viene de otras gestiones, y no de la suya, han alentado los sentimientos de aquellos que se han sentido más suyos que compatriotas de los demás. Es sin duda un comportamiento explicable pero no plausible.
Seguramente muchos encontrarán en estas palabras un paralelismo con lo que están viviendo en algunas zonas de un estado que lleva unido más de quinientos años. Un estado rico en diversidad y en cultura, en el que se puede poner en valor la diferencia pero nunca la exclusión.
No podemos arriesgarnos a dilapidar lo que ha costado tantos sacrificios y tantas vidas, no podemos arriesgarnos a repetir lo más negro de nuestra historia. Simplemente, no podemos dejarnos engañar por quienes sólo buscan su acomodo en la política.
La convivencia y el respeto deben ser dos de los aspectos incuestionables en una sociedad democrática. Si la soberanía sobre el territorio que habitan los españoles es de todos, nadie tiene derecho a imponer su derecho sobre una parte del territorio que también es de los que no residen en él. Hay pues que encontrar el camino para el entendimiento, para la convivencia, para el respeto. Y respetar las leyes que nos hemos dado para convivir en paz, ser libres y desarrollar nuestras facultades humanas.
La independencia como concepto no existe. Todos dependemos de algo. Somos seres dependientes que necesitamos vivir en sociedad. Nuestra grandeza como humanos reside en aprovechar la inercia positiva de los demás y ser creativos.
En estos tiempos en los que parece que algunos quieren hacer nuevas fronteras, yo les invitaría a que se pusiesen cara a las olas y mirasen más allá, para ver si comprenden que no hay más frontera que la que nos deja la vida atrás, y que no hay más patria que la que nos lleva a vivir en paz.Y esa paz sólo puede encontrarse en el interior de uno mismo.
Pero si hablamos de patria, aún soy más concreto. Como decía Machado, la única patria del ser humano es su infancia. Nunca debemos olvidar esa realidad.
17 de septiembre de 2014
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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