La perversa sonrisa de una joven
y el aire que entrelaza sus cabellos.
La terraza de un bar y el flujo de la luna.
Las olas acercándose al oído
como una melodía ya anacrónica.
El perfil de una villa de verano
y más tarde las sábanas
de un hotel muy discreto.
Pudo haber ocurrido
pero tan sólo son imágenes
esparcidas sin orden
por las páginas de este poemario.
Lo que más me sorprende,
ahora, en este invierno sosegado,
es esa gelidez anticipada
que recorre mis células con premura
portando la cicuta del deseo.
Quizá mañana pueda despertar
y nuestros cuerpos sigan aún en aquellas sábanas,
envueltos en la luz que une las pieles.
(El fuego del instinto. Ed.Vitruvio)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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