VIRTUD
Bajo
la sombra fresca de la higuera,
con
la espalda en el suelo
y
los ojos perdidos entre ramas
de
plata envejecida,
espiaba
a los gorriones
para
aprender las claves
de
su jovial destino.
Los
contemplaba absorto, fascinado
por
la sencillez de sus formas
y
la facilidad innata
que
poseían para alzar el vuelo
y
desaparecer al otro lado
de
la línea azul del horizonte.
Observaba
los pardos movimientos
de
sus alas, sensibles a la voracidad
de
todas las tormentas,
su
vibrante dinámica,
el
coraje que daba cobijo a la estructura
de
los adalides del aire.
Reconocía
en ellos la gris naturaleza
de
los hombres humildes.
Sus
plumajes vestían la esperanza
igual
que los tejidos de mi cuerpo.
En
aquellos instantes
había
una virtud que compartíamos:
la
insólita bondad de lo que crece
amamantado
por leche de almendra
y
carne de membrillos curados bajo el sol.
La
inocencia pintaba las luces repentinas
que
irisaban los pechos de las aves
y
las pupilas verdes de mis ojos.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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