NIEVE
Hay
recuerdos que solo pertenecen
a
un ámbito de sensaciones
nunca
antes compartidas,
como
la que produjo el blanco de la nieve
en
el invierno de mis cinco años
cuando
aquella mañana era un molino de harina
que
derramaba grumos del cielo en los bancales.
No
sé qué mes tocaba. Quizá fuese febrero
quien
hiciese temblar las horas
con
los fríos espasmos de la bruma.
Detrás
de la ventana miraba el horizonte.
Debajo
de la lana envejecida
palpitaba
mi piel con el ritmo de un alma
completamente
absorta.
Un
ave hollaba el río de la nieve.
Sus
movimientos eran las formas del misterio,
imágenes
en blanco, gris y negro,
que
se superponían con cautela
sobre
el lienzo uniforme del silencio.
Nunca
antes la había visto. Era preciosa.
De
repente sonó con estrépito
el
ronco aullido de la pólvora
de
un cazador hambriento.
La
belleza quedó abatida por el plomo.
Y
la nieve se tiñó del color del crepúsculo
mientras
la muerte daba sus señales de vida.
(La intimidad del pardillo)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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