La corriente fluvial que me remolca
se precipita en cada desnivel de tu cuerpo.
Ya conozco la cúspide de tus ojos
y el nítido color de la renuncia
a poder navegar por otros cauces
que siempre me propones.
He sepultado dudas dolorosas:
aquella incertidumbre que pesaba
como losa marmórea,
la dinámica oscura de la muerte
que se posaba sobre la angostura
de mi deseo. Hoy puedo ser
hombre en su pura esencia,
una piel de caricias que es tu río.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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