El METRO DE MOSCÚ
Nunca
ha visto un palacio subterráneo.
Está
frente a la entrada
de
la estación del metro
que
conecta Moscú por el subsuelo
como
un laberinto de salas
donde
toma conciencia el arte.
Escalas
automáticas
trasladan
a los sótanos
de
una ciudad moderna
que
se mueve con ritmo de termita
por
las entrañas de la tierra.
Mira
las escaleras de granito,
las
paredes de mármol,
los
mosaicos históricos,
las
esculturas de piedra y de bronce,
las
arcadas que acogen
bajo
su cielo de materia
expresiones
de la cultura
y
sentimientos de grandeza.
Recuerda
otro paisaje,
otros
ritmos vitales
y
otra secuencia de estaciones
en
la vida del pueblo
donde
creció junto a sus padres.
Y
los recuerdos crecen en su mente
como
racimos de uvas
que
acercan el fruto a la tierra
que
fue la patria de su infancia.
El
cielo azul, el aire transparente
y
su imaginación,
eran
los elementos de su cuna,
el
palacio lejano de sus sueños.
Hay
un misterio en su mirada
que
cristaliza como un espejo
las
imágenes contrapuestas
de
lo que observa en las paredes
y
de lo que recuerda del pasado.
Y
contra ese recuerdo trascendente
ya
no puede oponer
más
que resignación,
un
signo de nostalgia,
o
la certeza de que nada
es
como le contaron.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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