sábado, 8 de octubre de 2022

LA ATALAYA DEL DESTINO

LA ATALAYA DEL DESTINO

 

 

Levanta la mirada

hasta las últimas hojas

de la vieja palmera

que señala el camino hacia la playa

y observa sus siluetas

como si formasen una atalaya

desde donde poder acomodarse

para ver la luz del Mediterráneo.

 

Se pierde en las tonalidades

del azul que deslinda

los ocres matutinos

con que el tronco de la palmera

reta al color y al equilibrio

para componer con el aire

una canción nueva a la vida.

 

Si hay un destino para las hojas

de la vieja palmera,

es posible que sea hacer caricias

al cielo de Terreros

con las láminas de dulzura

que un día nacieron en los desiertos

del horizonte de Tabernas.  

 

Nunca creyó que su destino

estaba escrito de antemano.

 

Siempre pensó que su presente

lo iría construyendo él mismo

con lo poco que fuese arañando a la vida.

 

Pero de todos los destinos

a los que se puede aspirar,

hay uno que siempre teme.

 

No ha podido vencer el miedo

al fatal desenlace

que a todos nos espera.

 

Rememora cómo temblaba

cuando, en su infancia,

escuchaba contar

que alguien había muerto,

y notaba el dolor o la tristeza

en las personas ya mayores.

 

Entonces no sabía

la dimensión del hecho

que envuelve a toda muerte,

pero su terrible sospecha

le atenazaba y le sumía

en un temor desmesurado.

 

Para alguien que crecía

con la esperanza de vivir,

de abrir sus ojos

a un horizonte nuevo,

era muy complicado

aceptar la certeza de la muerte,

su callada presencia,

esa sombra que bifurca los caminos

de la realidad y del anhelo.

 

Y por eso,

aún se agarra a la vida

porque lo que hoy es,

solo es hoy y ahora.


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Mariano Valverde Ruiz (c)

 

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