EL MUSEO DE SAN PETERSBURGO
Recuerda
los espacios
del
Museo del Hermitage
como
una concatenación
de
formas, luces y colores
con
ganas permanentes
de
sorprender a las miradas
de
quienes aman la belleza.
Intenta
describir las sensaciones
que
provocan en su alma
los
objetos guardados
en
los cinco edificios
que
ven pasar la vida
en
la orilla del río Neva
como
una joya histórica.
Traza
los rasgos de la luz
sobre
la superficie del espejo
en
que se convierte su bloc,
como
si manchase el papel
con
sus tonos vitales.
En
la imagen que observa,
las
líneas son polvo
que
cobija los moldes
de
un espíritu creador
fascinado
por la cultura.
Entre
los trazos y los colores,
a
veces se combinan las palabras
con
las ideas y los sentimientos,
y
aparece la magia del poema
con
su secreto magnetismo.
La
voz se configura en las esquinas
de
un espacio remoto
y
se acerca hasta los sentidos.
La
razón es relámpago
en
la noche profunda
que
ilumina las percepciones.
La
forma se detiene
en
un instante decisivo
y
la obra adquiere vida.
El
hombre siente entonces
que
su cuerpo no puede mantenerse
sobre
la arquitectura
de
las palabras
porque
la luz descrita en el poema
refleja
en el papel
el
polvo de su propia sombra.
Su
recuerdo se ha convertido
en
materia de texto
y
no en la belleza del arte
que
vuela por las salas
del
Hermitage
como
un equilibrista de la luz.
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