8
Sabina sigue siendo el dueño de
la música del local. Su colección de
grandes éxitos suena sin descanso en la Tasca
de Erik. En el rincón donde Marlén y Jeromo están sentados parece no
escucharse el sonido de la música ni el mensaje de las palabras que canta Joaquín.
—Escucha con mucha atención —dice
Jeromo.
Marlén, amedrentada por el tono
agresivo del antiguo novio, le mira con los ojos caídos y después deja que su
mirada entre en la espuma de la cerveza mientras se dispone a escuchar lo que
intuye será muy difícil de cumplir.
—Me he informado sobre la familia
de tu palomito. Y ya que él no tiene liquidez para darme lo que necesito creo
que tendrá que pedir prestado a su familia. He descubierto cosas muy
interesantes. Resulta que sus padres tienen una fortuna en inmuebles. La
mayoría de ellos están alquilados a entidades del gobierno. Y otros rentables
aparcamientos de pago situados cerca de grandes zonas de negocios. Vamos, que
están forrados. Así que…
—Qué esperas. ¿Que sus padres le
den el dinero? No creo. Él se independizó. Tuvo problemas con ellos. No tienen
buenas relaciones porque sus padres no aceptan el camino que ha tomado. Sus
padres querían que fuese abogado para que, entre otras cosas, llevase los
negocios de la familia. Él renunció a la carrera para dedicarse a lo que le
gusta: la interpretación. No les pedirá nada, su orgullo se lo impide. Ni ellos
se lo darán, porque lo considerarán inaceptable.
—Tendrá que conseguir el dinero.
Ya lo verás. Ahí entras tú en juego.
—¿Yo?
—Sí. Le vas a contar una
historia. Una historia muy verídica. Le dirás que estás en peligro de muerte.
Que un antiguo amigo te persigue y te ha amenazado con matarte si no le
entregas 100.000.- euros en compensación por una ofensa que le causaste al
denunciarlo a la policía por un asunto de tráfico de drogas. Le dices también
que ese amigo tiene planes para hacerte desaparecer en una caldera llena de
sosa cáustica y convertirte en pastillas de jabón. Que te lo ha dicho y que te
da un plazo de veinticuatro horas para que consigas el dinero.
—Pero yo…¿Cómo voy a decirle todo
eso?
—Las mujeres tenéis argumentos de
peso. Unas lagrimitas. Un poco de interpretación. Tú sabes. Eres una actriz. No
te será complicado fingir un poco de miedo y de angustia.
—¿Y si decide que vayamos a la
policía?
—Pues le dices que no puedes, que
ese amigo tiene amigos muy eficaces, y que no dudarán ni un momento en
liquidarte si a él le detienen.
—Eres un maldito canalla.
—Ja, ja, ja. Vamos, princesita.
No me digas esas cosas. Somos socios no. Tú también te beneficiarás del
negocio. Resolverás tu futuro con un trabajo que te viene que ni pintado. ¿Qué
más puedes pedir? Y…
—¿Y qué?
—Que además te tendré cerca para
darte lo que te gusta. Para ponerte los ojos fuera de las órbitas. Para
follarte como la perra que eres y que nadie más que yo sabe hacer…Ja, ja, ja.
—¿Y si él no se lo cree?
—Se lo creerá. ¿Te quiere, no?...
Pues entonces no querrá perderte y buscará todas las posibilidades para
conseguir el dinero. Removerá cielo y tierra si es necesario.
—Has dicho que le darás 24 horas.
¿Y si no es tiempo suficiente?
—Tú me mantendrás informado. Ya
veré yo si he de aumentar el plazo. O apretarte las tuercas a ti. Y aflojarle
los pantalones a él. Que eso sé hacerlo yo muy bien. ¿Verdad, princesa? Tú ya
sabes…
—No te atreverás a
tocarle…¡Maldito cabrón! No te atreverás. Él…él…él…
—Huy, no estarás enamorada,
palomita. Ja, ja, ja. No me lo creo. Ja, ja, ja.
—No tienes derecho a hacerle
daño. Él me ha tratado como nadie hasta ahora lo había hecho, y…
Jeromo da un puñetazo en la mesa
y coge a Marlén por los brazos apretando con fuerza hasta que aparece en su
rostro un gesto de dolor. El rufián la mira con ira muy fijamente a los ojos.
Entonces le habla con una voz contenida, vocalizando y acentuando cada palabra
de forma exagerada, como si de la lectura de una sentencia se tratara.
—Vas a hacer lo que te he dicho
sin rechistar. Y ojo con lo que haces o dices sobre este tema. Te estaré
vigilando. Tú no sabes la cantidad de amigos que tengo. El comercio de la coca
te hace relacionarte con gente insospechada, de ésa que tiene vidas
aparentemente inmaculadas. Un comentario fuera de tono a alguien que crees que no
me conoce, y…Si me llega a mí cualquier señal de que vas por el camino
equivocado… Estás lista. Eres un fiambre convertido en jabón. Princesa. Y sería
una lástima desperdiciar ese cuerpazo que tienes.
La sensación de angustia iba en
aumento en la mente de Marlén. Estaba casi congestionada. Le costaba trabajo
respirar. La atmósfera se había convertido en un aire irrespirable, agobiante.
En la Tasca de Erik nadie era consciente de lo que se estaba cociendo en la
mesa del rincón. En los equipos de sonido de la sala, Sabina hablaba de poesía a
ritmo de armónica. Las palabras se cruzaban con las siluetas de los clientes
del local igual que saetas sin rumbo, iban como palomas en vuelo a la búsqueda
de un palomar propicio para hacer su nido.
En la mesa se había hecho un
silencio trágico, casi como los que acostumbran a hacerse en las
interpretaciones de las tragedias griegas. Y de repente, Jeromo pronunció las
últimas palabras de la cita:
—Esta madrugada te buscaré para
ver si has cumplido con tu parte y tu palomito está ya buscando el dinero.
Ahora puedes irte. No decías que tenías prisa, que tienes que trabajar esta
noche… Y recuerda que te estaré vigilando, que sé dónde vives, en qué ambientes
te mueves. Por cierto, ayer vi tu pase en La
nuit. Fabuloso.
CONTINUARÁ...
Novela corta
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
No hay comentarios:
Publicar un comentario