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Marlén comienza a ser consciente
de que no tiene escapatoria, de que no puede librarse de Jeromo así como así,
de que está en sus manos. Esa certidumbre le aumenta el estado de angustia
mientras su mente busca ansiosamente una salida para la situación. No le queda
otra que escucharle y ver qué es lo que tiene en la mente el farsante de las
botas metálicas. Después buscará una forma de librarse de él.
A Jeromo, tras la segunda cerveza,
se le comienza a soltar la lengua. Su organismo elimina con dificultad el
alcohol y pronto nota los efectos de una mínima cantidad. Mientras tanto Sabina
sigue deshojando la crónica poética del Madrid que conocemos en su canción. La
música relata el encuentro con una ciudad abierta en la que caben todas las
almas que aman la vida en su más pura esencia. Todas, incluidas las de Marlén y
Jeromo.
—Si vas a ser una reina,
princesita. Si lo que voy a hacer te va a encantar. Además, el negocio está
dentro de lo que tú sabes interpretar como nadie. Te viene como anillo al dedo.
—Habla ya. No tengo toda la
tarde.
—Pues verás. Voy a montar un
local de diversión donde el teatro sea parte fundamental. Pero no la única.
—¿Qué? Alucino.
—Tengo un amigo que ha adquirido
en una subasta un local que viene que ni pintado para la idea. Se trata de una
vieja posada de habitaciones amplias que está en buen estado de conservación.
Vamos, que con una mínima inversión, el edificio estará preparado para albergar
el negocio. En los últimos años, la posada ha estado dedicada al negocio del
alterne, pero ahora, con la crisis, las cosas no van como antes. No sería
rentable seguir con el negocio tal y como está. Así que, mi amigo y yo, hemos
pensado en reconvertirlo y actualizar el negocio con nuevas ideas.
—¡Vaya!...¿Tu amigo y tú?
—Sí. Mi amigo y yo. Ya te hablaré
de él.
—¿Y cuál es la idea, que supongo
será de tu amigo más que tuya?
—La idea consiste en revolucionar
el concepto de teatro. Que los clientes se muevan a su antojo por el local y no
tengan que estar sentados como en los teatros que conocemos. En cada habitación
habrá un pequeño grupo de actores que pondrán en escena una obra corta e
intentarán hacer participar en la misma a los clientes que lleguen por allí.
Marlén empieza a prestar
atención. No sale de su asombro al oír hablar a Jeromo en esos términos. El
rufián sigue con su explicación.
—Los clientes, al poder moverse
con libertad por todo el local, no estarán sujetos a una actuación en concreto,
sino que podrán elegir aquélla que les guste en cada momento. También podrán
detenerse en los pasillos y en pequeñas salas habilitadas como bar, donde
podrán tomar copas o tomar algo de picoteo. Y luego, podrán seguir
desplazándose a su antojo, alternando con la gente que asista a los
espectáculos y con los empleados que les atiendan. Además, en los momentos
oportunos habrá sorpresas.
—¿Y qué se va a representar en
esas condiciones tan dinámicas?
—De todo un poco. Humor.
Erotismo. Comedias. Dramas. Tragedias.
—¿Qué puesto estás? Te han
informado bien. Debe de ser ese misterioso amigo tuyo. Seguro que conoce el
mundo del teatro.
—Cada semana cambiaremos los
temas y las obras representadas en cada habitación. Con la entrada daremos un
programa en el que siempre habrá una oferta nueva. Buenos precios. Buenas
copas. Buenas tapas…
—Para todo lo que me estás
diciendo… ¿Necesitarás muchos actores?
—Claro. Los tendré. Tú conoces
gente. ¿No? Y ese tipo con quien sales ahora también conoce el mundillo de los
actores. Además mi amigo está puesto en el tema. Tal y como imaginas.
—No me lo puedo creer… ¿Quieres
implicar a mi amigo también?
—Ya te dije que después
hablaremos de él. Te explicaré con detalle lo que necesito. Pero será más
tarde. Ahora escucha.
—Qué más locuras tengo que
escuchar. No hay bastantes con las que te has sacado de la manga. ¿A quién
quieres engañar?
—Ahora viene lo mejor, princesa.
Además de las obritas, las copas, las tapitas, etc… Aquél o aquélla que quiera
algo especial, por muy especial que sea, yo me entiendo y tú también, lo
tendrá. Habrá reservados para satisfacer los caprichos de los clientes. Con
total intimidad y completa discreción. Yo me encargaré de que no falte de nada
para satisfacer los bajos instintos y las perversiones de todo el mundo. Nadie
tendrá que ocultar dónde va para realizar sus sueños inconfesables.
—No, si además vas a resultar un
filósofo. Pero a mí no me engañas. Te conozco. Tú lo que quieres montar es un
club de vicio y ponerle una cara bonita. ¿Cuántos porros te fumaste con tu amigo
antes de parir semejante idea? Tú crees que la gente es tonta o qué.
—La gente va a conocer las
novedades. La curiosidad agujerea los bolsillos. Y allí estamos nosotros para
recoger los billetes, princesa.
—¡Ala!, te dura el efecto de los
alucinógenos. Estás sonado.
—No necesariamente. Es una buena
idea. Montaremos un local interactivo. El placer y la cultura convivirán
juntos. Y por supuesto, el negocio. Dinerito contante y sonante. Ya verás qué
bueno. No va a haber otro local en Madrid tan atractivo, tan diferente, y con
tantas posibilidades. Irán tanto los modernos como los carcas a dejarse la
“guita”. Todo el mundo encontrará lo que busca. Diversión y placer junto a la
posibilidad de realizar ocultas depravaciones. ¿No crees que es una idea
genial?
—No sé… Y qué es lo que quieres
que te solucione yo.
—Varias cosas, princesa. Lo
primero es la pasta.
Jeromo se frota con intensidad
los dedos índice y pulgar mientras el brillo de sus dientes ilumina la barba de
tres días que ensombrece su cara.
—Ya te he dicho que no tengo
—dice Marlén con rotundidad.
—Pero puedes tener. Tú no querrás
que me vea obligado a dar un golpe en el que puedas estar incriminada,
princesa. Con la de viciosillas que hay en la cárcel esperando que llegue carne
fresca para convertirlas en sus esclavas… Te imaginas que apareciese un fiambre
con tus señas de identidad. ¡Madre mía!
Jeromo deja la amenaza colgada en
el aire como una guadaña invisible. A Marlén le vuelve a temblar todo el
cuerpo. El malvado ríe abiertamente y se bebe la tercera cerveza casi de un
trago. Después se frota la boca con el dorso de la mano derecha, chasquea la
lengua y con la mirada fija en los ojos de Marlén le dice:
—No te preocupes princesa, que
papito piensa en todo… Tengo planeada una idea genial, una jugada con la que
obtendremos el dinero necesario para que seas la reina del local y yo el
emperador de Chueca.
—Estás loco tío. Estás
completamente loco.
—Ja, ja, ja, ja… Por tus huesos,
mi reina…Por cierto, me debes una noche de placer bestial. Cómo las que tú y yo
nos pegábamos. La última vez me dejaste insatisfecho…No pude arrancarte las
bragas a mordiscos porque no llevabas. Ja, ja, ja.
—Pues esta noche no será. Tengo
que trabajar hasta muy tarde. Ayer comencé a pasar un número por el que me
pagan muy bien y no pienso faltar.
—Bueno, bueno. Pues será de
madrugada. Je, je. Así me entero de cómo van las cosas y te amplio detalles del
plan.
—¿Qué plan?
—Ahí es donde entra en juego tu
amiguito… Ja, ja, ja.
—Ni se te ocurra hacerle daño. O
te las verás conmigo.
—¿Con quién…? ¿Con quién me las
voy a ver? No me hagas cambiar de humor, princesa.
Jeromo vuelve a coger del brazo a
Marlén que hace esfuerzos para levantarse y marcharse.
—Me tengo que ir. ¡Ayyyy!
—Siéntate. Y estate quietecita.
Que te voy a decir lo que tienes que hacer.
En la música del local Sabina
habla de una princesa particular, una mujer que no es la que acaba de
cerciorarse de que no tiene ninguna escapatoria y que se verá obligada a
cumplir con las imposiciones de Jeromo. Resignada a su suerte, Marlén piensa
por un momento que nunca se está a salvo del pasado, que su ponzoña siempre
termina alcanzándonos en el instante menos oportuno.
CONTINUARÁ...
Novela corta
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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