sábado, 31 de octubre de 2020

LOS COMERCIANTES DE ILUSIONES

 

LOS COMERCIANTES DE ILUSIONES

 

 

En las profundidades de los bosques,

habitaron algunos comerciantes

de las luces y de las sombras

que lo intentaron todo

por lograr sus anhelos

antes de ser ceniza y humo.

 

Hubo quienes buscaron lo imposible.

Adoptaron para sí mismos

la ignorancia de otros,

la convirtieron en sabiduría

y la ofrecieron en mercados

que ya estaban en quiebra cultural

por tanto discurso vacío.

 

Algunos consiguieron éxito

y la argucia se extendió sin control

por todos los mercados,

como el fuego en la selva

de un planeta reseco.

 

Entonces, como grandes vertebrados

que desafían a sus dioses,

se alzaron sobre sus extremidades,

miraron hacia el cielo

y quisieron comprar la eternidad.

 

Fue en vano.

El tiempo no perdona

a los usurpadores de palabras

y dictó su sentencia

sin recurso posible.

 

Les faltaban monedas

para poder comprar

el compromiso estético del alma

y también valentía

para poder dar a los versos

los mensajes del mundo dolorido

y de los hombres con conciencia,

esos que nunca tienen precio

más allá de la muerte.


MARIANO VALVERDE RUIZ (c)

Todos los derechos reservados.


 

 

ADELANTADA A SU TIEMPO

ADELANTADA A SU TIEMPO

 

Aquella mujer no era distinta a las demás.

Igual que todas,

quiso soñar despierta

y poder despertar en otro cuerpo,

formar parte de otra realidad,

vivir en otro tiempo

más cercano a sus inquietudes,

un tiempo más comprometido

con la igualdad entre hombres y mujeres.

 

Soñó con ser partícipe

del beneficio que disfrutan

los dueños del planeta.

 

Soñó con poder mitigar

en su mirada verde

las sombras más oscuras.

 

Se vio reconocida en el respeto

a sus formas de ser y de sentir,

enlazó sus deseos

con su linaje de concordia,

su sentido materno

y su estatura de grandeza.

Pudo sentirse una mujer amada.

 

Pero el sueño cambió las formas

de una sociedad ideal,

retuvo sus anhelos

y le mostró que nada se consigue

sin haber luchado por ello.

 

Le enseñó que la tierra sigue viva,

los ríos arrastran el limo

de todos los humanos

y su agua purifica

los nuevos territorios

que marcan el futuro,

esos que necesitan

que tanto hombres como mujeres

tengan el mismo sitio junto al fuego

que reconforta al mundo.

 

Y despertó siendo ella misma,

con sus defectos y virtudes,

con la certeza de seguir luchando

por realizar sus sueños

y la necesidad

de continuar en el esfuerzo

por defender su lugar en el mundo.


MARIANO VALVERDE RUIZ (c)

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martes, 20 de octubre de 2020

LA MÚSICA DEL VIENTO

 LA MÚSICA DEL VIENTO

 

 El viento pertenece al bosque

igual que el agua al río,

las hojas al otoño

o el verde a la esperanza.

 

En su afán por ser parte de la vida,

interpreta la música

que urden las emociones

como el corazón cuenta los latidos

que nos mantienen en silencio

cuando resuena en contra

de nuestras ilusiones.

 

El viento canta al alba,

es un murmullo de secretos

que desvela la noche.

 

Canta por la mañana

como un ruiseñor de alas invisibles.

 

Se escucha por la tarde sin ser visto

o acompaña al crepúsculo

con un velo de nubes

que son golondrinas de fuego.

 

Cuando el viento interpreta

los acordes del tiempo

en las últimas ramas de los árboles,

una extraña melodía

toma forma en la atmósfera del bosque.

 

Esa música

posee un tono etéreo,

es tan difuminado

como una despedida

no deseada,

como el abrazo

de quien se marcha al frente

y no se atreve a prometer

nada,

nada,

nada,

nada, absolutamente,

porque no sabe si podrá cumplirlo

o le llevará el viento para siempre.


MARIANO VALVERDE RUIZ (C)

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lunes, 19 de octubre de 2020

LOS LOBOS

 LOS LOBOS

  

A los lobos del bosque

no les importa nada

de lo que piensen otros miembros de la jauría.

 

No escuchan sus lamentos

sobre las rocas tristes

que rodean los árboles

en los valles secretos

de la gran cordillera.

 

Ni tampoco se inmutan

con los aullidos de victoria

que rompen el silencio

de las profundidades de los bosques.

 

Tan solo les inquieta

que las siluetas de sus coetáneos

proyecten unas sombras

más alargadas que las suyas.

 

Con esa desazón premonitoria,

viven como animales

en duermevela,

son seres solitarios

que viajan por la tierra

dando a las estaciones

los matices del paso de la vida.

 

A veces se refugian en las cuevas

de los montes umbríos

y pintan en las rocas

los rayos de la Luna

que les ofrece cobertura

para poder leer

la escritura sincera de los astros,

o escuchan, en silencio,

el murmullo nocturno

del agua que se filtra por la tierra.

 

Entonces, hallan, sin quererlo,

el dolor que su vieja soledad

les dicta entre suspiros.

 

Pero jamás olvidan lo que son,

ni a los que acechan

junto a los cauces del arroyo

para seguir creciendo con sus sombras

una vez devoradas.


MARIANO VALVERDE RUIZ (c)

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sábado, 17 de octubre de 2020

LOS CONVICTOS

 LOS CONVICTOS

  

En las paredes de las cárceles

donde duermen aquellos

que no cuidaron al amor,

hay carteles colgados

advirtiendo de que hay que amar deprisa,

con toda el alma,

con la luz que ilumina la mirada

de quien solo ve por los ojos

del ser amado.

 

Hay palabras que incitan

a arder por dentro

con las llamas de otras hogueras

sin esperar que la cordura

venza a todos los miedos.

 

Aseguran que hay que hacer el amor

antes de que se enfríe

la última gota de sangre

entre los capilares del deseo.

 

Hay quienes lloran

con desesperación

cada vez que los leen.

Se derraman entre las manos

como si hubiesen decidido

vaciarse en el espacio

que consume su corazón

en el vacío de la nada.

 

Maldicen su desidia en el amor

y buscan en las cañerías

el sonido del agua del pasado

por si les recuerda la música

de algún aliento compartido,

o revive en sus carnes

el gozo natural

de una celebración del origen del mundo.

 

Pero nunca encuentran consuelo

en los pliegues de la memoria

antes de sumergirse

en sus propias derrotas

para pedir perdón a las brujas del tiempo.

 

Lamentan los años perdidos

a solas con la bruma

antes de alzar los ojos

al cielo de hormigón que les da techo

y hundirse en la miseria

de su terrible error

cuando apagan las luces del presidio.


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domingo, 4 de octubre de 2020

LA MUJER DE LOS GATOS

 

LA MUJER DE LOS GATOS

 

 

Detrás de una ventana

donde se miran los abetos,

vive una mujer con sus gatos

frente a las altas cumbres de los montes.

 

Su casa tiene aromas de hierbas

y en sus estantes cohabitan

hojas de viejos diarios

con zumo de sonetos.

 

Le gusta conjurar a los demonios

y fumar picadura

de flores de geranio

mientras escucha el canto de la tierra.

 

Convive con las fuentes de la sabiduría

que lee en las facciones de la Luna,

en las páginas de la noche

o en las llamas de las velas.

 

No le duele vivir

a solas con su soledad,

mirando a las estrellas

o a las nubes que siembran

el día de sombras opacas.

 

Las montañas son tierra de su tierra

que acompaña sus días

con la luz milagrosa

de un mundo tan inmenso

como el que late en su interior.

 

Lo que le preocupa y la entristece,

es haber comprobado

la terrible violencia

del género humano,

la miseria absoluta

de quienes se creen superiores

al corazón de una mujer.

 

Por eso interpreta las lunas

y busca en sus colores

la luz que iguale el alma de los hombres

al corazón de las mujeres.

 

Entre tanto, sus gatos,

juegan con los sonetos

que hablan, con compasión,

del sentimiento de inferioridad

que vuelve a los hombres violentos.


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LO QUE DE VERDAD IMPORTA

 LO QUE DE VERDAD IMPORTA

 

 

Poco importa que se usen las palabras

para otorgar sentido a la existencia

si nadie lee sus mensajes.

 

Poco importa que se dispongan

en bandejas de plata

y se sirvan con guantes blancos

si nadie las degusta.

 

Lo que se ofrece a los demás

tiene que conectar con sus sentidos.

 

Cuando las palabras escritas

acaban siendo contempladas

por ojos receptivos

que comprenden su mensaje,

puede que sirvan de algo,

que sean importantes

para quienes las lean.

 

Con palabras se canta a lo perdido,

a lo que duele,

a la belleza efímera

o a lo que jamás será

más que pura quimera

y búsqueda de la verdad oculta.

 

En todo caso,

hay que poner en duda

su trascendencia

porque la duda nos mantiene vivos.

 

Pero, si hay algo oculto en cada texto

que nutra y reconforte,

acabará encontrando

su verdadera luz,

igual que cada uno de los hombres

que haya escrito su vida con palabras.


MARIANO VALVERDE RUIZ (c)

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LA LLAMADA DEL MAR

 

LA LLAMADA DEL MAR

 

 

La fascinación por el mar

es algo muy común en los hombres del bosque.

 

Cuando están cerca

del misterio lejano de su origen,

caminan por la arena de sus playas

como seres marcados

por la influencia del líquido

en el que se formó su materia imperfecta.

 

Les atrae el color de la supervivencia,

la paleta de azules

con que el cielo decora

el espejo del agua.

 

Ven en la superficie de las olas

la espuma que respiran

como elixir del tiempo

y sienten una extraña paz

en el interior de sus almas.

 

Admiran la belleza en estado salvaje,

el movimiento lírico

que transforma en energía

la placenta del mundo.

 

Aman lo que precisa todo el tiempo posible

para ser una obra perfecta,

lo que exige templanza,

dedicación y esfuerzo.

 

Escuchan el murmullo de las olas

como una melodía que se impone

a la soledad y al vacío.

 

Recuperan sus ganas de vivir

y vuelven a los bosques

dispuestos a seguir luchando

por su parcela de futuro.

 

Ya lejos de ese mar idílico,

entristecen cuando presienten

que esa misma belleza indescriptible

que fascina sus ojos,

reclamará sus cuerpos

para mecerlos en el olvido.


MARIANO VALVERDE RUIZ (c)

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sábado, 3 de octubre de 2020

LOS LADRILLOS DEL TEMPLO

 

LOS LADRILLOS DEL TEMPLO

 

  

Es cierto que algunos nacieron

para colgar palabras

entre las galerías de sus mentes

y darles nuevas vidas

en las hojas de un libro.

 

Es muy cierto que algunos

de los que beben agua

en las hojas de los helechos

o cuidan las raíces de los musgos

para estar conectados con la tierra,

poseen un don especial

para escribir imágenes

en las cortezas de los árboles.

 

Es completamente cierto

que algunos usan el lenguaje

como semillas de amapolas

que dejan en las manos

de la conciencia de los hombres.

 

Esos seres desean, con pasión,

que sus palabras sirvan

para alimentar los inviernos

de la historia del mundo,

como frutos robados al silencio

que portan la verdad.

 

Y también es rotundamente cierto

que la necesidad

de comer cada día

les mantiene unidos al suelo,

cultivando las tierras de sus amos

mientras sus sueños viajan por el aire

como cazadores de nubes.

 

Pero, tal vez jamás

sea completamente cierto

que sus palabras sean los ladrillos

que usen otros hombres

para construir un templo

a la supervivencia

de los seres del bosque

que cuidan el lenguaje

como lo más preciado de la especie.

 

A pesar de ello,

la esperanza les nutre de ilusiones

para seguir viviendo

y amasando palabras.


Mariano Valverde Ruiz (c)

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