UN
CONTEMPORÁNEO DE VOLTAIRE
Ve
pasar a la muchedumbre
como
una marea de cuerpos
bajo
el sol matutino
de
un barrio de París.
Se
mantiene al abrigo de una esquina
para
que no le reconozcan
los
que aún le siguen
para
ajustar las cuentas a los versos
y
a los que piensan.
Sabe
muy bien
cómo
se hiela la sonrisa
de
quien eludió su condena
en
el último instante
y
ahora ve pasar
los
rostros derrotados
de
quienes llevan al patíbulo.
Aún
nota el filo de la guillotina
acechando
a su cuello
como
un hilo de sombra
tras
la puerta del infierno.
Siente
el discurso de las gentes
clamando
su venganza por las calles,
igual
que las palabras de Voltaire
susurrándole,
tras las balconadas
de
un salón de Versalles,
que
escribiese lo que pensara
sin
miedo a nadie.
No
sabe cómo sucedió,
pero
se obró el milagro
de
que el pueblo lo viera inocente
de
todo lo que había publicado
en
la imprenta del barrio.
Nadie
sabe que guarda lo que piensa
escrito
con la tinta de la sátira
en
cientos de poemas.
Ahora
camina hasta el sótano
donde
esconde sus textos
para
poder publicarlos
antes
de caben su tumba
por
cualquier controversia
de
los poderes fácticos.
Sabe
que sus palabras más sinceras
serán
ese cadáver silencioso
a
quien, la sombra del metal
de
la vil guillotina,
habrá
seccionado sus huesos
para
repartirlos por el mundo.
Entonces
habrá quien vea en su espejo
la
verdad de la vida
y
el sentido de los poemas.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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