sábado, 27 de junio de 2020

LOS RECOLECTORES DE LÍQUENES



LOS RECOLECTORES DE LÍQUENES


Hace un frío glacial en la vaguada
que cristaliza el hielo
y trenza el volumen del aire.

A los recolectores de líquenes
se les congelan las pestañas,
los dedos de las manos
y la jornada laboral.

Lienzos de un color verde oscuro,
envuelven los troncos de los árboles
con la esperanza de la tierra,
recubren las arrugas
que muestran sus cortezas
y mantienen al frío deshuesado.

De improviso,
el bosque es una conjunción
de sonidos metálicos
que ahuyentan a los pájaros
y a las ardillas.

Un hombre se inclina en silencio,
hace una reverencia ante un gran árbol
y le pide perdón
antes de poner en marcha
los dientes de la sierra
que segarán los líquenes
como una metafórica cosecha
de la esperanza y del futuro.

Y al igual que los seres impotentes
ante su destino fatal,
las raíces de los árboles
tiemblan bajo la tierra
como lo harán los descendientes
de los hombres que hoy siegan la esperanza
de un mundo sostenible.


(c) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados.

LOS RECUERDOS DEL CHAMÁN



LOS RECUERDOS DEL CHAMÁN


De tarde en tarde,
el chamán del desierto
recuerda que buscaba setas
para alimentar a sus sueños
en los bosques de encinas
que formaban su hogar.

Eran tiempos pretéritos
en los que disfrutaba de las plantas
y de los dones de la tierra.

Entonces guardaba sus frutos
para, en noches de bruma,
convocar a las almas
de sus ancestros
y levitar entre las sombras.

Pero ya no recuerda el color
de los hongos cerúleos,
ni el tacto místico de sus coronas
que, como pedazos del cielo,
dejaban en la tierra
las lágrimas del universo.

Ahora se consuela
con meditar tumbado en las arenas
del desierto que cubre
lo que fue un bosque milenario
antes de la llegada de los hombres.


(c) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados.

jueves, 25 de junio de 2020

LOS OLVIDOS IMPRUDENTES



LOS OLVIDOS IMPRUDENTES


Cuando ladran los perros
al frío de la tarde,
el aire mueve
las hojas de los árboles
y agita los sentidos de los hombres
para que busquen dónde cobijarse
de la vil intemperie.

Las gentes corren por las sendas
abiertas en la tierra,
entre los matorrales de cemento,
cruzan puentes metálicos,
sortean los semáforos
de color amarillo,
eluden los abismos
que reclaman sus mentes
y no miran atrás por si arrastran sus sombras.

Unos van hacia sus refugios
como seres cansados de sus propios errores,
otros entran en las tabernas
para quemar su aliento
con una sonrisa cercana,
o siguen el destino de las sombras
que guían sus desvelos.

Pero, a menudo, se olvidan
de ver cómo atardece
en el crepúsculo de un verso,
de disfrutar la luz malva del cielo
o el denso crepitar de los colores
que difuminan el paisaje
con sus tonos inaprensibles.

Olvidan, de forma imprudente,
la ternura del tiempo
que nos dona su abrazo
con la melancolía y la belleza.

Olvidan la materia de los hombres
y todo lo inasible del entorno
que condiciona nuestro mundo.

(c) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados.

LO QUE NADIE RECONOCE


LO QUE NADIE RECONOCE

 

 

Entre los habitantes de los bosques

hay una vieja costumbre

que nadie reconoce.

 

Muchos cultivan la afición

de observar sin ser vistos.

Procuran mantener intacta

la virtud de un espectador

para quien no cuenta el reparto

de los roles del mundo

ni va con él el argumento

de la ópera viva del hombre.

 

Lo que importa es la imagen,

distante y divertida,

que hay tras la pantalla,

el humo que no ensucia,

la trampa inofensiva y perversa

de la que otros son víctima,

el hechizo de dagas

que nunca alcanzará al observador.

Lo que cuenta es pasar el rato

con ese realismo sucio

que enturbia las conciencias.

 

Mientras, crecen las amapolas

sin que nadie las mire,

se escuchan los silencios

de las palabras bellas,

se pudren las metáforas

que no crecen por dentro,

o hay coronas de fuego y vanidad

que arrasan la memoria

de todo lo escrito.



(c) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados.

miércoles, 24 de junio de 2020

LA ESPERANZA DE SER



LA ESPERANZA DE SER


Esperar que la vida en nuestro bosque
se parezca a un don divino
fecundado de parabienes,
es pensar en una vieja película
con múltiples actores de reparto
en los papeles de los buenos
y observar a los gánsteres
con rostros de villanos
comiendo palomitas en butacas de mimbre,
mientras nuestro destino
está en manos del cielo
sin que podamos evitarlo.

Esperar que la vida
nos sirva la fortuna de haber sido
en bandeja de plata,
es creer en el argumento
de una novela negra
en la que quien persigue al criminal
es la sombra del muerto
en su camino hacia la gloria.

Quizá por eso demos tanto crédito
a la necesidad de creer en un dios
que nos dicte lo inexplicable
con palabras que comprendamos,
que guarde nuestro miedo a ser sin dejar huella
en las páginas grises del recuerdo,
que nos consuele
cuando nos amilane la zozobra
y nos libre de los males del mundo.

También en nuestro bosque
se persigue el favor del don divino
para poder soñar la esperanza de ser
cuando ya no seamos.


(c) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados

domingo, 21 de junio de 2020

EL BOSQUE LITERARIO



EL BOSQUE LITERARIO


Todos los bosques no son semejantes
a la definición de la naturaleza
en estado silvestre,
a esos territorios donde crecen las plantas
con las luces del cielo,
el agua de la vida
y el germen de la tierra.

Algunos bosques son muy diferentes
a ese concepto clásico
por sus nuevos paisajes,
por los seres que los habitan,
por la composición de los elementos
que les dan forma y contenido.

Pero en algunas cosas
se parecen a la vieja dinámica
que regula la vida en el planeta,
a las leyes de los más fuertes
y al rigor ancestral de los cuatro elementos.

En los bosques humanos,
los elementos tienen sus espacios
siempre delimitados por la luz y la sombra,
los colores de los otoños,
los frutos carnosos de los veranos,
la tristeza de los inviernos,
las flores que ofrecen las primaveras
a las estelas de los astros
y a la interpretación de la belleza.

En ellos se cobijan las raíces de la vida,
los dioses de lo ignoto
y los anhelos de los seres
que luchan por sus sueños.

Pero lo que define la existencia
del bosque literario,
es la libertad absoluta
del germen creativo,
algo que no se puede contener
en ninguna materia,
ni pueden ocultar las cancelas del aire,
y donde disfruta a sus anchas
la luz vertebrada del tiempo.


(C) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados

martes, 16 de junio de 2020

DINÁMICA



DINÁMICA


Viajo entre tus abrazos
por la Pampa argentina
con un verso de Borges en la mente
que cruza los umbrales del misterio.

Nado por las aguas ignotas
de todos los océanos
y descanso entre tus pechos
en una playa virgen de Malasia.

Escalo el Everest
con una túnica naranja
ceñida a mis caderas
y desde lo más alto,
contemplo entusiasmado
toda la belleza del mundo
que lleva impregnada tu nombre.

Sobrevuelo en un globo de osadía
llanuras de Mongolia
y su verde espesura,
estepas siberianas
y sus ocres agrestes,
la vieja Europa y sus contrastes,
los relieves de África
y su sed de futuro,
los dos continentes de América
y su encuentro con las culturas,
toda la superficie del planeta
y los colores de la vida.

No hay espacio en la Tierra
que no te ame con todas sus esencias,
que no recuerde tus abrazos
en el contacto con mi piel
y con mi más profundo sentimiento.

Ta solo, más allá, hacia lo alto,
es posible que exista algún lugar
que te esté esperando
para que des color al universo.

El mismo color que regalas
a cada uno de los paisajes
que frecuentan mis emociones.

(c) MARIANO VALVERDE RUIZ
Todos los derechos reservados.

UNA PRINCESA HINDÚ



UNA PRINCESA HINDÚ


Tus gestos son las huellas de las musas
que quedan tras tus pasos de princesa,
agua del río de la vida
que circula por la India con el Ganges,
el aroma de las especias
que condimentan mi alma
y un universo paralelo
que multiplica la textura
del espacio en el que te estoy amando.

En otras ocasiones,
tus huellas son como aves
que vuelan por el delta del paraíso
dando color al aire,
o versos que convierten mi camino
por la ciudad más íntima
en hermosos paseos a tu lado,
donde solo es sonido tu sonrisa,
donde toda la luz del infinito
se alimenta de tu mirada.

Como si fueses
la reencarnación de la belleza
y la hubieses mutado,
cada ser de este mundo
posee lo mejor de tus virtudes.
En los animales se encuentra
tu nobleza felina,
en los árboles, tu oxígeno,
y en la materia inerte,
la fuente inagotable
de tu energía.

Pero hay algo insondable
que no puedo explicar con las palabras,
ni tampoco expresar de forma más concreta:
haces posible que perdure
el misterio que late en cada cosa
para que lo imposible
se pueda parecer a las creencias hindúes,
a la constatación
de que todo está vinculado
con los elementos,
que somos un proceso en equilibrio,
que la vida define
la reencarnación de la belleza
como nueva oportunidad
para alcanzar lo que no se ha logrado.


Todos los derechos reservados
(c) Mariano Valverde Ruiz

martes, 9 de junio de 2020

CALIGRAFÍA DEL CORAZÓN. VÍDEOPOEMA


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JUEGO DE PALABRAS. VÍDEOPOEMA


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NOCHE DE ACAMPADA. VÍDEOPOEMA


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UN TÓPICO DE LA SELVA. VÍDEOPOEMA


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