Las leyes ancestrales del deseo
gobiernan el placer
de una noche salvaje
y se sumergen entre tus muslos de gacela.
Como selva desnuda te me ofreces.
Soy caballo fortuito
que galopa con lengua de medusa
el mar liviano que por tu piel fluye.
Los gemidos de tu boca amortiguan
los trinos que la música gorjea
desde las notas clásicas de Vivaldi.
Y sobre la mesilla de la alcoba
llamean cuatro cirios de alma blanca:
interpretan el tono ya selvático
que conforma la jungla
de nuestros sentimientos.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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