la seda de las medias
y lanzo al aire el ámbar de su fibra.
Queda desprotegida, sin coraza,
la anémona jugosa
que las brasas de mis dedos asedian.
Y no quiero cesar en el asalto
hasta que mis ejércitos más fieros
te inunden de insaciable carne roja
la oquedad de tu fruta y sus sentidos.
No quiero detenerme, ya lo sabes,
hasta que moje todos los rincones
del armario que guarda con cautela
el estrépito de tu negro tálamo.
Luego se trunca todo en un momento.
Preso de tus caderas, derrotado,
siento amor, el zumbido
de los insectos fieles
que cobijan al éxtasis
como llamas de púdico amaranto
en la estancia del tiempo ya insondable.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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