LOBOS
Y CORDEROS EN WALL STREET
¿Hay lobos en Wall Street? ¿Y corderos? Es
probable, a tenor de lo que nos han contado. Un naturalista diría que los lobos
son animales que sólo matan para alimentarse y que una vez han cubierto esa
necesidad vital, respetan la vida de los que frecuentan el bosque donde
habitan. Pero entonces, por qué llaman lobos a los que aúllan frenéticamente:
compro-vendo.
La economía es un bosque que está al
cuidado de los ciclos naturales. El dinero se transforma, no desaparece, cambia
de árbol, es decir, de mano, se acumula en algunas zonas y deja otras yermas. Y
la ley ancestral de la selva marca la suerte de cada uno de los habitantes que
buscan la sombra de los árboles, para no perecer al sol de la necesidad. Dentro
de ese bosque económico medran los depredadores. Y el riesgo. Y la codicia. Así
nos lo han contado muchas veces.
En pleno bosque un bandolero diría: la
bolsa o la vida. Ya sabemos que todos los extremos son nocivos. Ni todo es
bolsa, ni todo es vida. Sin embargo, el atracador esgrimiría argumentos
demasiado convincentes. Al atracado sólo le quedaría la potestad de intentar
moralizar la conciencia del bandolero. Tiempo perdido. Cuando para aumentar el
volumen del negocio se traspasan todos los límites de la ética, el negocio se
convierte en vicio. No es algo que genere dudas, es algo genético. Igual que un
lobo que huele sangre reacciona sin pensar, los que creemos que no todo vale,
reaccionamos diciéndolo.
Hace unas fechas hemos disfrutado de las
aventuras de un lobezno viciosillo en Wall Street en una película de largo
metraje (por aquello de la duración del film) que lleva un título parecido. Es
una parodia disparatada de la acción por el dinero: acción sin escrúpulos ni
moralidad. Todo al servicio de la ganancia. Quizá resulte divertida desde
algunos puntos de vista. Desde otros resulta aburrida y tediosa. Hay momentos
en los que la conciencia popular ve muy claro que los orígenes de la crisis
financiera mundial estuvieron en Wall Street. Pero no hay propósito de
enmienda.
Para los que hace mucho perdieron la
inocencia, la película podía ser un lavado de cara del sistema financiero. La
máquina del celuloide intenta limpiar los platos donde comen los cocineros de
las finanzas, para que los corderos del bosque se diviertan con la fregaza y se
olviden del peligro que correrán cuando, de nuevo, sea luna llena en el cielo
económico del bosque mundial. Como yo aún soy inocente, un tierno corderillo que bala a las estrellas, Dios me libre de pensar mal. Lo mío es primero la vida y
después la bolsa.
ARTÍCULOS DE OPINIÓN
15 de marzo de 2014
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario