SUITE HABANA
Queda
lejos el Malecón,
el
aroma salado del océano,
la
humedad de la brisa,
el
ronroneo reciclado
de
varios almendrones Chevrolet
y
el furor de las jineteras.
Al
otro lado de los ventanales
de
su vieja chabola,
el
lugar donde inventa
para
poder vivir,
revive
los momentos
que
no fueron salsa y osadía.
Una
tras otra,
las
imágenes de la vida
que
le arrojó a las calles,
se
superponen como sombras
de
lo que ya fue suerte
y
se duplican como chanzas
que
hablan de adversidad
en
las retinas de sus ojos.
Lo
hacen sin pausa,
con
el vértigo de la inmediatez
y
la leve virtud de las noticias
que
sarán pasto del olvido
antes
de que termine el día
tras
un lento trago de ron.
Las
observa en silencio,
con
una extraña mueca
recorriendo
su rostro,
un
rictus de incredulidad,
de
asombro y rebeldía,
la
sensación terrible
de
que aquello que siente
no
va en sintonía con lo que quiso
que
fuese su futuro.
Pero,
al igual que los reflejos
de
la luz esmeralda
que
pasa por los ventanales
hasta
el interior de sus pensamientos,
esas
imágenes
serán
el espejo que narre
la
secuencia final de su pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario