IGUAL
QUE VAN GOGH
Esparce
los pigmentos
sobre
el lienzo de tela
como
un anacoreta del color
que
se busca en la imagen
de
un espejo oxidado.
Su
rostro toma forma
entre
trazos intensos,
amarillos
atormentados,
ocres
con piel de trigo
y
naranjas cautivos del crepúsculo
sobre
un fondo de aire
que
decora los blancos
de
azules metafísicos.
Va
apurando las pinceladas
con
la energía de un artista
que
no quiere admitir su desamparo.
En
cada trazo quiere preguntar
a
la imagen que mira
qué
es lo que se oculta tras la niebla
que
atenaza su tiempo.
Continúa
pintando
con
la férrea voluntad
de
vencer al desánimo,
aunque
nota en la oreja
una
palpitación de negra muerte
que
le empuja hacia el abismo.
Mezcla
nuevos pigmentos
y
busca con denuedo
los
tonos vivos de la luz
para
plasmarlos en la tela
con
la esperanza de que su reflejo
también
le pinte el alma.
Entre
los márgenes del lienzo
se
va gestionando el futuro
de
la imagen y del artista.
Un
destino que nunca conocerá,
convertirá
sus obras
en
ríos de oro
que
nacieron de la pobreza,
igual
que las imágenes
de
los autorretratos
que
pintaba Van Gogh.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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