DESDE VALPARAÍSO CON AMOR
Su
amor es como el viento,
igual
de impredecible.
Nunca
sabe el instante
en
que llega a su corazón
ofrece
su nutriente al alma
y
a las fibras de los misterios
que
transforman sus manos
en
centinelas de la magia.
Tampoco
conoce el momento
en
que diluye la distancia
que
existe entre la plenitud
y
las cavernas del olvido,
para
poner su nombre a la tristeza.
Desde
el mirador de La Sebastiana,
se
le ve caminar cerca del puerto
por
si el viento decide retornar
hasta
el lugar que habita
y
otorgar a las olas
una
consistencia de espuma
que
estimule a su cuerpo y a su alegría.
Pasa
las horas de la tarde
jugando
con la arena y sus recuerdos
en
un anfiteatro de colores
que
incendia la bahía de Valparaíso.
Imagina
que el mar crepitase en silencio
sobre
su piel de agua, igual que su deseo
en
lo más escondido de sus carnes.
Sigue
pensando solo en ella,
como
un marinero de nubes
que
espera el aire de la tarde
para
volver al puerto
donde
se siente protegido.
El
cielo se recubre de metales pesados
y
comienza a caer una lluvia de plomo
sobre
toda la costa y bajo sus lamentos.
La
escollera de la bocana
del
puerto de Valparaíso
se
disuelve en el aire
cautiva
de las sombras,
confluye
con la tarde y con su mente.
Y,
mientras, sigue ardiendo
el
mar que la espera.
La
luz es un agua tristísima
que
se desliza por el aire
con
todos los recuerdos
de
los años vividos.
La
inquietud por tenerla,
se
mueve entre sus brazos
construyendo
belleza
en
un abrazo imaginario.
Cuando
cese la lluvia,
volverá
cerca de los barcos,
y
mirará hacia La Sebastiana
entre
olas de nostalgia
y
la humedad del recuerdo.
Seguirá
esperando a que el aire
deposite
su luz en la que fue su casa.
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