JARDÍN DE LA LUZ
La
ciudad de Sao Paulo
es
una gran metrópoli
abierta
al mundo,
hecha
con los contrastes
que
provoca en el alma
el
viejo laberinto
de
las pasiones.
El
hombre anota en su memoria
la
certeza de que es un personaje
del
laberinto tropical
de
la ciudad del ritmo
que
ahora camina sin rumbo
por
las hermosas sendas
del
Jardín de la Luz.
Se
detiene cerca del lago
y
observa la escultura
de
una mujer sentada en un cordero
como
imagen bucólica
de
la contemplación y del misterio.
Piensa
en lo complicado que resulta
intentar
conocer los vericuetos
del
alma femenina
y
deja que sus ojos
se
hundan en el estanque
para
perderse entre las sombras
de
la contradicción y la belleza.
Imagina
que alguien,
al
otro lado del espejo
que
reflejan las aguas,
sueñe
con sus propios deseos,
con
el respeto a las mujeres
y
a la libertad de sus besos,
con
el amor y la esperanza
como
guías para ver, dentro
del
laberinto
de
la identidad femenina,
el
origen del mundo.
Y
su mirada vuelve a la escultura
de
la mujer desconocida
para
proyectar en su imagen
el
misterio de todas las pasiones
que
conviven con los recuerdos
de
las mujeres que ha amado,
y
la luz de las que amará
mientras
le quede vida.
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