SELVA NEGRA
Está
en el interior
de
un bosque oscuro,
perdido
entre maleza e incertidumbre,
como
un ser entre la niebla
que
busca respuestas a su vida.
No
hay senderos abiertos
entre
la tierra y el cielo,
ni
posibilidad alguna
de
poder continuar
hacia
donde fluye la luz
como
un relámpago
que
descubre la faz del horizonte.
La
oscuridad atrapa sus sentidos
con
una secreta intención
que
tiembla entre sus venas
como
las hojas de los helechos
con
la escarcha del tiempo.
Le
cae una gota de lluvia
sobre
su frente,
una
lágrima del cosmos
que
se desliza por su piel
como
un arroyo de plata
y
recorre sus pensamientos
hasta
mojar el miedo
que
atenaza sus pies.
Su
corazón centenario
escucha
los cantos de la tribu,
los
sonidos de las espadas
que
pulen los romanos,
los
lamentos del Medievo,
y
los aullidos de los lobos
que
permanecen en el aire
a
lo largo de los siglos.
Una
selva de abetos
oculta
la luz entre sus hojas
para
que nada desvele
el
misterio de las sombras
y
el interior del paisaje
que
hay muy dentro de su alma.
Todo
lo que le rodea
es
una metáfora
de
su propio interior,
un
espejo hecho con las hojas
de
la incertidumbre
y
los tallos oscuros de las dudas.
Cada
día descubre
que
en el trasfondo de la selva
está
el abismo
que
arrastra a los hombres
hacia
su más oscura esencia,
y
también,
su
obsesión por la luz
como
horizonte permanente.
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