OTOÑO EN LISBOA
El
día posee un color plomizo
tan
pesado como una losa
sujeta
al cielo
por
el aire que llega del Atlántico.
Sale
a la calle con su sombra a cuestas
buscando
evadirse del tedio
y
de la insoportable soledad
que
tan solo él conoce
porque
no manifiesta lo que siente.
El
tiempo le propone
una
tarde de abrigo,
bufanda
y chubasquero
con
reflejos de neón en las boutiques
y
en las cafeterías.
Recorre
las aceras
soportando
una inhóspita humedad
con
la calma de un alma herida
por
el abandono de su amada.
Ve
pasar a gentes anónimas
caminando
por las aceras,
mirando
los escaparates
o
entrando a las tiendas
para
encontrar el precio justo
y
poder comprar su felicidad.
Él
no puede comprar la suya.
Vive
en una realidad
donde
la luz camina de su mano
tan
solo cuando sueña con ella.
Levanta
las solapas de su abrigo
y
recuerda un poema de Neruda
en
la noche más triste de su vida.
Si
tan solo pudiese
contar
lo que le ahoga,
tal
vez comprendería su dolor
y
lo envolvería en palabras
para
poder sacarlo de su mente.
Pero
será incapaz de escribir nada
en
el espejo de las losas
que
moja la humedad del tiempo
y
el desconcierto de su alma.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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