MINDANAO
La
ladera del monte Apo
es
un laberinto de formas
que
incita a la imaginación
a
buscar los resortes
que
tienen las palabras
para
comparar la belleza
con
la magia del paraíso.
Nota
en su piel
la
humedad que transporta el aire
desde
el lejano mar de Filipinas.
Mantiene
entre las manos
una
rama enmohecida
que
ha cogido del suelo.
El
aire mueve las hojas del árbol
que
oscila como un mimbre
de
textura selvática
junto
a su propia imagen.
Sus
manos también tienen
esa
misma curiosidad
que
muestra el aire
al
acariciar el relieve
y
el color de las hojas.
Recorre
con sus dedos
el
cobre rojizo que tiñe
la
materia leñosa
del
vestido del árbol.
Presiona
la corteza
como
si fuese el cuerpo de un poema
que
habla de la intemperie,
de
la humedad del viento
y
de su propia vida.
Su
inerte vegetal
se
deshace entre los dedos
y
cae a la tierra
igual
que su voz
cuando
escucha al silencio.
En
su viaje hasta el suelo
va
impregnando el aire
con
la herrumbre de las palabras
que
dan nombre
al
tiempo, a la naturaleza
y
a las inquietudes humanas.
Tiene
el convencimiento
de
que en cualquier lugar del mundo
y
a pesar de las diferencias
entre
culturas,
todos
los seres vivos
que
tienen sentimientos
son
iguales ante los ojos
de
la verdad y del misterio.
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