EL PODER DE LA MÚSICA
Escuchamos
sonar a un violonchelo
sobre
las ramas de los árboles
como
tierna alusión a los sentidos
que
duermen bajo nuestras pieles.
Murmura
algo que ya sabemos
entre
sus notas dulces,
sus
silencios medidos
y
sus ritmos acompasados.
No
ha actuado el olvido
sobre
nuestra memoria.
El
recuerdo implementa
el
alma sensitiva
y
nos ayuda a ser como ese pájaro
sobre
las ramas
que
es pura música,
cuerda
del instrumento
que
engalana al sonido
de
nuestra propia mente.
La
luz nos conduce al instante
hacia
viejos propósitos,
nos
incita a movernos,
a
reconstruir la vida
con
una nueva piel,
nos
empuja hacia el pasado,
a
respirar con el aliento
del
niño que vimos nacer
a
pocos metros de nosotros.
Recordamos
los gestos
de
aquel pobre inocente,
un
niño cuyo llanto
impacta
con el aire
que
transporta la música
hasta
lo alto del árbol
donde
canta el pájaro.
Miramos
con tristeza
el
lugar del que nunca
debimos
descender
para
proteger nuestros sueños
de
las alimañas terribles
que
dominan la tierra.
Entonces
comprendemos
el
poder de la música
y
su infinita magia.
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