LOS CONVICTOS
En
las paredes de las cárceles
donde
duermen aquellos
que
no cuidaron al amor,
hay
carteles colgados
advirtiendo
de que hay que amar deprisa,
con
toda el alma,
con
la luz que ilumina la mirada
de
quien solo ve por los ojos
del
ser amado.
Hay
palabras que incitan
a
arder por dentro
con
las llamas de otras hogueras
sin
esperar que la cordura
venza
a todos los miedos.
Aseguran
que hay que hacer el amor
antes
de que se enfríe
la
última gota de sangre
entre
los capilares del deseo.
Hay
quienes lloran
con
desesperación
cada
vez que los leen.
Se
derraman entre las manos
como
si hubiesen decidido
vaciarse
en el espacio
que
consume su corazón
en
el vacío de la nada.
Maldicen
su desidia en el amor
y
buscan en las cañerías
el
sonido del agua del pasado
por
si les recuerda la música
de
algún aliento compartido,
o
revive en sus carnes
el
gozo natural
de
una celebración del origen del mundo.
Pero
nunca encuentran consuelo
en
los pliegues de la memoria
antes
de sumergirse
en
sus propias derrotas
para
pedir perdón a las brujas del tiempo.
Lamentan
los años perdidos
a
solas con la bruma
antes
de alzar los ojos
al
cielo de hormigón que les da techo
y
hundirse en la miseria
de
su terrible error
cuando
apagan las luces del presidio.
MARIANO VALVERDE RUIZ (c)
Todos los derechos reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario