COMO
SERES ETÉREOS
Permanecimos
quietos, sorprendidos,
agazapados
dentro del espasmo
que
nos había roto para siempre
las
fibras del silencio.
No
existía el paisaje
al
otro lado de los cuerpos,
ni
las formas rectilíneas
de
aquel piso alquilado,
de
aquella limpia alcoba
que
era todo el mundo visible.
Éramos
todo y nada,
la
plenitud del cielo,
la
alegría de ser completamente,
dos
cuerpos entre sábanas
que
respiraban
todo
el aire del universo.
Y
así estuvimos
durante
unos minutos,
como
seres etéreos,
almas
en duermevela
que
apenas comprendían
lo
que habían sentido.
Habíamos
descubierto
cómo
era el tacto de la piel
que
completaba nuestros cuerpos,
la
textura de un nexo compatible
que
nos hacía sentir únicos.
Nos
habíamos encontrado
junto
a las llaves
que
abrían las puertas
de
la felicidad.
A
partir de ese instante,
deberíamos
cruzar el umbral
que
nos separaba del mundo,
volver
a la realidad
para
hacer comprensibles
los
misterios arcanos del amor.
Era
una obligación irrenunciable
para
dos cuerpos complacidos
por
la etérea dicha del hallazgo
que,
en aquel momento,
no
querían abandonar su estado
de
plenitud y de sorpresa.
(SECRETOS DE AMANTES)
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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