LA
LUZ DE SALOBREÑA
Nos
envuelve la luz efervescente
de
la costa de Salobreña,
una
luz cristalina
que
se difunde con el aire
como
una aureola dorada.
Somos
arena de su playa,
dos
formas que se mueven
entre
el aire andaluz
que
trae recuerdos del Mulhacén
como
tierra dorada
por
un sol claro y nítido,
y
la belleza del paisaje.
Me
llamas y descubro
que
la yema de tu dedo índice
se
ha quedado imantada
a
tu labio inferior
como
las piedras del terreno
al
néctar diamantino
de
las cañas de azúcar.
Con
la impaciencia dentro de la mente
y
el deseo silbando por mi cuerpo,
intento
mantener la calma
como
un lobo acechante,
o
un morisco sin tierra
que
medita la forma de volver
al
lugar donde tuvo sus mejores cosechas.
Me
provocas la cálida sorpresa
de
los momentos más desmesurados,
esos
instantes de tensión
previos
a la plenitud.
Tu
mirada se vuelve invocación a la lujuria,
una
llamada irresistible
a
las puertas del paraíso.
Tu
boca entreabierta,
esgrime
su voraz mordisco sobre el dedo,
que
ahora se curva en los labios
como
dulce condena para mi alma.
Es
un claro presagio del furor
que
recorre tus venas.
No
esperarás a que la Luna
module
tus instintos
para
hacer con mi carne
olas
de espuma blanca.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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