EL
JARDÍN DE LOS LABIOS
Los
muros de La Alhambra
son
testigos de la longevidad
que
otorgas a tus besos.
Terminan
donde nacen,
van
y vienen, son uno que no acaba.
Das
color y motivos a mi boca
para
que decore con arabescos
las
comisuras de tus labios,
para
que invente
las
excusas más simples
que
explican mi torpeza
por
no estar a la altura del poema
que
escribes en el aire,
y
no conocer versos en lengua árabe
que
acompañen a tu belleza.
Intento
componer,
como
si fuese un poeta nazarí,
un
verso enamorado
del
jardín de tu boca,
con
todos los azules de tus labios,
con
el tacto silvestre de las flores,
con
la humedad brillante del rocío,
para
dotar a mis palabras
del
enigma sensual de su cultura.
Doy
alas a mi cuerpo
y
me propongo ser melaza y almizcle
entre
las celosías del deseo,
una
imagen diluida en el jazmín
que
porta el aire hasta tu piel,
la
luz de la alcazaba
reverberando
sentimientos
junto
al Generalife,
o
el agua de la vida
que
corre por las fuentes del palacio.
Viajo
por el espacio hasta los pétalos
de
las primeras rosas
de
estos jardines primorosos.
Imagino
una escena junto al muro
en
la que te confundes con las flores
y
me convierto en tu jardinero.
Quiero
ser el sultán de tu belleza.
Las
murallas comparten en silencio
el
tiempo en que somos poema
y
caminamos juntos
por
el jardín ardiente de los labios.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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