LA
VÍSPERA DEL EMPERADOR
Le
han dicho muchas veces
que
cuide los mandatos de la tradición china,
que
ejerza la justicia con templanza,
que
respete los dogmas de sus antepasados
como
norma de buen gobierno.
Durante
unos instantes,
recuerda
la figura de Qin Shi Huang,
su
colosal muralla defensiva,
sus
deseos de ser el patriarca
de
la inmortalidad.
Medita
sus palabras
antes
de ser ungido con el poder supremo.
Su
universo está dentro de la Ciudad Prohibida.
No
conoce a su pueblo,
ni
la realidad que condiciona
cada
uno de sus actos.
Debe
imitar los gestos de un hombre bondadoso
y
reflexionar sobre el mal.
Y
se pregunta dónde están los límites
que
marcan su conducta.
De
él dependerá decidir el futuro
de
aquellos que ofendan a la verdad,
poner
en práctica
su
potestad de perdonar
a
quien tenga conciencia de su culpa
pero
sea incapaz de reconocerla.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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