EL
ALBA DEL VIKINGO
Sobre
la cabeza del joven Eimar,
líder
guerrero a quien Odín
ha
otorgado la fuerza de su pueblo,
una
gaviota vuela con destreza
marcando
el rumbo del destino.
Va
engullendo la brisa
y
el esfuerzo del navegante.
Eimar
deja tras él los espacios vividos,
la
leve ingravidez de su sendero,
los
mitos ancestrales
que
presentan su mundo
como
un árbol sobre la tierra
rodeado
de mar
y
del capricho de los dioses.
Su
nostalgia se oculta
en
la bruma de cada alba,
avanza
sin remedio
por
la cóncava masa de las nubes,
se
recrea en sus coágulos
de
vapor y de sombra
y
regresa al corazón del joven
con
el sueño de nuevas tierras,
conquistas
y saqueos.
A
lo lejos, otra gaviota
regresa
a la orilla del mar
para
posar sus plumas en la arena
y
derramar su sombra
sobre
el cuerpo del alba
que
aún dormita en el suelo.
Muy
cerca de la costa,
se
perfila el destino de Eimar
en
el forjado de la espada
que
empuñará un soldado de la aldea
cuando
Thor esté ya dormido.
Ni
la fuerza del aire,
ni
el mar con su opulencia,
ni
el fuego redentor,
ni
la tierra de sus ancestros,
podrán
cambiar el rumbo
de
su osadía.
Todos los derechos reservados
Mariano Valverde Ruiz (c)
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