Apagas el ardor de este momento.
Me queda describir cómo fue su estructura,
los labios que bebieron del temblor de tu carne,
los gemidos ocultos, las sensaciones nuevas.
La vida surge en cada amanecer,
se alza sobre nosotros de puntillas
como una marejada de agua limpia
o un murmullo de espuma desleído
en brillantes nutrientes de esperanza.
Nuestros cuerpos destellan con la aurora,
son llama incandescente,
brazos de aire sereno
que envuelven de clamor y queratina
los reflejos del alba.
La liturgia del sexo es prodigio de luz,
dos cuerpos abatiendo la estéril ansiedad
que produce el silencio solitario,
derramados en besos y en plenitud de abrazos,
rotos por la pasión, unidos gota a gota
por el agua imantada del deseo,
sorbiendo el elixir que más nos satisface.
(El fuego del instinto. Ed. Vitruvio)
Todos los derechos reservados.
Mariano Valverde Ruiz (c)
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