miércoles, 27 de abril de 2022

UN CAMPESINO SIMBÓLICO

UN CAMPESINO SIMBÓLICO

 

 

Podría suceder

sobre los campos de Castilla,

en las llanuras de La Pampa,

en un valle de Bangladés,

o en cualquier lugar del mundo

donde haya vida,

pero ocurre cerca de Lasa,

en las faldas de un monte

que ve pasar las caravanas

hacia el KaraKorum.

 

Un campesino anda sobre el suelo

con un capazo al hombro

y el cansancio a la espalda.

 

Sus semillas van a los surcos

abiertos en la tierra

con el candor de un hombre humilde

que acompaña la siembra

con sus ideas.

 

Sus palabras siguen al viento

como granos de trigo,

o de maíz, o de centeno, o de arroz,

igual que semillas de cereal

lanzadas con las manos

sobre la tierra humedecida

por la lluvia de primavera.

 

La intimidad de sus ideas

se cobija en el lecho

de la tierra que somos.

 

El campesino fundamenta

el gesto que hace como el resultado

de una filosofía

que nace de la tierra,

crece con los frutos de los humanos

y termina formando otras semillas

para iniciar un nuevo ciclo.

 

Y desde lo más alto,

la luz se filtra entre las nubes

para dejar sus dones

de claridad sobre la tierra.

 

Esa misma luz da cobijo

al hombre que ve en la semilla

la raíz de su conciencia

y el pulso del trabajo

como dogma de dignidad.

 

Espera que germinen

las semillas que lanza al viento,

que crezcan plantas nuevas

y que ofrezcan sus frutos

con el aroma de los siglos

a los hombres que emulen

el sentido de la creación.

 

Acaso su cosecha

sirva como nutriente

para todas las conciencias

más allá de cualquier otoño

que oscurezca la Tierra.


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Mariano Valverde Ruiz (c)

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