UNO DE ENERO
Cada
primero de año
busca
calladamente
la
presencia del mar
para
mirar con esperanza
hacia
el futuro.
Sus
aguas mojan el silencio
con
el que planifica sus objetivos
y
lo impregnan de paz y de templanza
para
poder realizarlos.
Nota
su germen creativo,
su
espíritu de sal benefactora
y
la caricia de las olas
sobre
la piel curtida por los años.
La
energía del mar fluye por dentro
de
sus neuronas
como
una luz celeste
que
porta la azulada medicina
de
la palabra,
le
libera del miedo y del cansancio,
de
la ceguera que supone
estar
preso de la ignorancia.
Imagina
lo
que quiso decir Borges del tiempo
cuando
se le escapaba
la
vida por los ojos
y
una víbora negra
le
apretaba por el cuello
con
un lazo de escamas misteriosas
hasta
diluir la imagen
de
su presente.
Quizá
maldijo su ceguera
por
no poder captar todos los tonos
del
color del mar que escuchaba
junto
al puerto,
o
tal vez suplicó a las fuerzas del cosmos
un
poco más de tiempo
para
poder construir
un
mar a su medida,
para
poder decorar a su modo
un
paisaje interior
que
acercase la luz de la entelequia
a
las tonalidades de su imaginación.
Él
busca su futuro en el presente
como
Borges la luz desde la sombra
o
el mar su color en el cielo.
Esperará
al primer día del año
que
sigue en el calendario
para
reflexionar sobre el presente
con
la esperanza
de
poder continuar mirando
con
los ojos del alma
y
la luz de su mar Mediterráneo.
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Mariano Valverde Ruiz (c)
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